son casi todo
malos tragos
pero hay algunos
por los que merece la pena
brindar
le escucho decir
a una joven anciana
de 93 años
(le confiesa coqueta al camarero)
mientras como
en un restaurante
guardo como un tesoro
sus palabras
en mi caja de hueso
en cuántos
momentos
pienso
como mantras
de ayuda
me las tendré
que aplicar
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