Crisis
crisis
qué
crisis...
Reconozco que soy un outsider, un rebelde, un antisistema, un francotirador solitario que apenas lee periódicos, que jamás ve la tele, que vive en las nubes, que no se identifica con nada ni nadie, que va a su aire, que escribe desde las entrañas y lee...
Sobre todo que lee.
Porque esa es, por encima incluso de la propia escritura, mi verdadera pasión.
Y lo curioso es que frecuento ahora más bien poco las librerías. No precísamente debido a la crisis (un libro cuesta menos que una merienda, no nos engañemos), sino porque hubo un tiempo en mi vida en que compré tantos libros, cientos, miles de libros, que todavía hoy, años después, aún no he tenido materialmente tiempo para poder leer.
Y ahí están. Esperándome. Buscando la oportunidad y el lugar y el momento adecuado...
Todos esos libros en depósito en mis estanterías y todos los que, invariablemente, me llegan cada semana a casa, a diario a veces, de compañeros, conocidos, escritores noveles, colaboradores de blogs y amigos... Libros de los que, por otra parte, debo dar de alguna manera cuenta mediante comentarios, reseñas o críticas.
Frecuento más bien poco ahora las librerías por todo lo expuesto, pero soy ya por méritos propios una especie de librería ambulante: regalo libros, míos y de mis colegas del gremio, mi casa está petada de libros, el salón, el dormitorio, el despacho, la cocina y el pasillo y el baño, vendo y firmo libros en mis lecturas, compro libros en las de mis amigos, recomiendo y reseño libros...
Libros
libros
libros...
Es verano y es agosto en la Tierra.
Mañana salgo con mi chica rumbo a Lisboa, unos días por las playas agrestes del Alentejo y luego Lisboa...
Y me llevo en la furgoneta una maleta llena de libros: Loser de David González, No hay camino al paraíso, de Javier Das y José Ángel Barrueco, Guerra de Identidad, de Déborah Vukusic, El colibrí blanco, de Esteban Gutiérrez Gómez, Elogio del proxeneta, de Luis Miguel Rabanal, La cámara de niebla, de Alfonso Xen Rabanal, Azken Bala, de Hasier Larretxea y algunos otros más...
Es agosto y dicen que estamos en crisis y salgo a la calle y está llena de gente y los bares ebullen y todos frivolizan y se divierten e intentan a toda costa olvidar...
Es verano y un libro, un buen libro, es la mejor inversión y aventura en la que podamos embarcarnos durante las vacaciones.
Y el mejor remedio, sin duda, para evadirnos del mundo y combatir la tensión de esta crisis.
crisis
qué
crisis...
Reconozco que soy un outsider, un rebelde, un antisistema, un francotirador solitario que apenas lee periódicos, que jamás ve la tele, que vive en las nubes, que no se identifica con nada ni nadie, que va a su aire, que escribe desde las entrañas y lee...
Sobre todo que lee.
Porque esa es, por encima incluso de la propia escritura, mi verdadera pasión.
Y lo curioso es que frecuento ahora más bien poco las librerías. No precísamente debido a la crisis (un libro cuesta menos que una merienda, no nos engañemos), sino porque hubo un tiempo en mi vida en que compré tantos libros, cientos, miles de libros, que todavía hoy, años después, aún no he tenido materialmente tiempo para poder leer.
Y ahí están. Esperándome. Buscando la oportunidad y el lugar y el momento adecuado...
Todos esos libros en depósito en mis estanterías y todos los que, invariablemente, me llegan cada semana a casa, a diario a veces, de compañeros, conocidos, escritores noveles, colaboradores de blogs y amigos... Libros de los que, por otra parte, debo dar de alguna manera cuenta mediante comentarios, reseñas o críticas.
Frecuento más bien poco ahora las librerías por todo lo expuesto, pero soy ya por méritos propios una especie de librería ambulante: regalo libros, míos y de mis colegas del gremio, mi casa está petada de libros, el salón, el dormitorio, el despacho, la cocina y el pasillo y el baño, vendo y firmo libros en mis lecturas, compro libros en las de mis amigos, recomiendo y reseño libros...
Libros
libros
libros...
Es verano y es agosto en la Tierra.
Mañana salgo con mi chica rumbo a Lisboa, unos días por las playas agrestes del Alentejo y luego Lisboa...
Y me llevo en la furgoneta una maleta llena de libros: Loser de David González, No hay camino al paraíso, de Javier Das y José Ángel Barrueco, Guerra de Identidad, de Déborah Vukusic, El colibrí blanco, de Esteban Gutiérrez Gómez, Elogio del proxeneta, de Luis Miguel Rabanal, La cámara de niebla, de Alfonso Xen Rabanal, Azken Bala, de Hasier Larretxea y algunos otros más...
Es agosto y dicen que estamos en crisis y salgo a la calle y está llena de gente y los bares ebullen y todos frivolizan y se divierten e intentan a toda costa olvidar...
Es verano y un libro, un buen libro, es la mejor inversión y aventura en la que podamos embarcarnos durante las vacaciones.
Y el mejor remedio, sin duda, para evadirnos del mundo y combatir la tensión de esta crisis.
Vicente Muñoz Álvarez
gracias por llevarme en vuestro viaje dentro de tu maleta y en tan buena compañía.
ResponderEliminaryo también te llevo en la mía.
i'm glad to hear that you are happy!