Cuando ya todas las setas de primavera, boletus y russulas (que este año han sido más abundantes que nunca), han desaparecido con el calor de verano, aún iluminan el bosque de color naranja y dorado las amanitas cesáreas, tesoros entre la jara y los robles, soberbias y altivas, místicas como el sol del atardecer, capaces de alegrar la vista y el paladar hasta a los mismísimos césares... Poco más se le puede pedir hasta el otoño a la Tierra.
Vicente Muñoz Álvarez
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