El mundo avanza y la poesía de Vicente Muñoz Álvarez sigue su propio camino, un recorrido alejado de modas y círculos poéticos, más atento a sus propias referencias que a sus contemporáneos, de los que se convierte en algunos momentos en verdadero crítico.
Para aquellos que desconozcan la escritura de Vicente podríamos decir que se trata de una literatura que él mismo denomina autobiográfica, tal y como nos dice en la “Nota preliminar” a este libro y que de alguna manera sella el pacto autobiográfico con el posible lector: “la dialéctica entre mis dos oficios, el calzado y la escritura, y el modo y la consecuencias de intentar combinarlos, por un lado, y la poética autobiográfica, escueta y esencial que les caracteriza.” (pág. 15). Haga lo que haga en la tierra se inserta en una trilogía más amplia, compuesta además por Días de ruta y Travesía, que como el mismo autor nos dice son: “…una crónica (poética y crítica) de los tiempos que corren y estamos viviendo, de la debacle del capitalismo y el desmoronamiento de la economía de mercado, y al mismo tiempo de la dinámica y sinsabores del oficio de la escritura (don y maldición), (…) el amor (y el desamor) (…) Tres libros, tres visiones, tres miradas. Y un solo corazón latiendo.” (pág. 15)
Hasta aquí el pacto autorial con el lector, sinceridad y desnudez por parte del autor respecto a los posibles lectores. Pero me gustaría ir un paso más allá y etiquetar, palabra que odia Vicente, a Haga lo que haga en la tierra de obra autorreferencial. La autorreferencialidad supone un paso más allá de la autobiografía y supone introducir al propio autor como elemento de la poética del libro. La forma más habitual de hacerlo es incluir el nombre del autor en alguno de los poemas, cosa que Vicente declina hacer, en su caso opta por la otra de las técnicas propias de este subgénero literario, la referencia a hechos autobiográficos. Esta identificación de la voz poética-personaje con el autor real se hace patente en poemas como “Ella y el pienso”, donde el poeta rememora la pérdida de un ser muy querido que le dejó no hace mucho: “su manta su collar / su champú su cepillo / su bebedero su comedero / su correa su cartilla / / y el pienso / que no terminó // siguen a mi lado // Ella y el pienso / no lo terminó. “ (pág. 57). A este índice de autorreferencialidad me gustaría unir las palabras que reproduje más arriba de la “Nota preliminar”, donde el propio autor hace explícita su intención autobiográfica, es decir, de convertirse en propio material poetizable. Sin embargo, en nuestro autor este material abarca mucho más que la pura historia vital, incluye sus lecturas, sus referencias, su devoción por el cine, que ya ha plasmado en diversos libros. En Vicente Muñoz Álvarez la autorreferencialidad se dispara a muchos niveles, que trataré de desgranar en esta reseña que en cierto modo es continuación y ampliación de las que ya realicé de otros de sus libros anteriores, Gas y Travesía.
Haga lo que haga en la tierra se divide en cuatro partes, cuyos títulos ya de por sí son significativos a la hora de hacer una lectura pormenorizada del texto, estas partes son: “Mar adentro”, “Vórtice”, “Aguas profundas” y “Llegar a puerto”. Esta forma de nombrar nos hace viajar a otro de los títulos del autor, Canciones de la gran deriva. Vicente es gran admirador de la literatura de terror relacionada con el mar, en español podemos encontrar dos grandes antologías publicadas por Valdemar: Aguas profundas y Mares Tenebrosos. A este primer gran referente me gustaría unir un segundo punto de unión de estas cuatro partes, la idea de la vida como viaje, un viaje que parte, como la vida, de la infancia, donde la realidad es otra de la que te contaron y debe ser reedificada, pero vista con nostalgia, el pasado como parte irrecuperable de la vida. Así Vicente aparece trasmutado en el Homo Viator medieval que viaja tras su destino.
La primera parte, “Mar adentro”, es el punto de partida de este viaje, con referencias a dos autores a los que el viaje caracteriza, Stevenson y Kerouac, parte de la escritura y la infancia como lugares en los que se funda. La escritura en Vicente se basa en su particular forma de ver la realidad “por qué veo yo negro / cuando los otros / ven blanco” (30), outsider irredento de las letras españolas ajeno a modas y grupúsculos poéticos. Por esa razón siempre se ve eligiendo “¿un camino? / ¿y el resto? / ¿dónde queda?”. Esta sensación le lleva a recuperar otro de los tópicos literarios que jalonan este libro, el de la Fortuna como hacedora de destino. Siempre decidir como un salto al vacío (pág. 33), merece la pena seguir adelante si el dolor es cada vez mayor, si esperas más de lo que te pueden ofrecer. Pero al autor siempre le queda el amor como tabla de salvación y la propia esencia frente a los demás: “fingir estar / figurar // frente / a Babilonia // urgencia de ser / yo mismo.” (pág. 40). La vida nos puede llevar a la cosificación, como vemos en “Necrófagos”, donde se utiliza la imagen de la víctima cosificada por el psicópata como imagen del destino del hombre actual.
En este juego de referencias contemporáneas y clásicas, merece especial atención el poema “Calavera no llora” (pág. 47), donde aparece un tema que Vicente ha escamoteado en esa “Nota preliminar” y que subyace a algunos de los textos del libro, la muerte. Este poema recupera a Jorge Manrique parafraseando algunas de sus palabras e incorporándolas a la especial poética decantada hacia la que la poesía de Vicente viaja de una forma cada vez más clara. Dice el poema “contemplando / la vida// viendo / la muerte pasar // cómo nos acecha / y espera // ávida impaciente / calavera// tan callando).
Otras referencias en esta primera parte que merece la pena destacar son las continuas referencias a una de sus grandes pasiones, el cine de género, aparecen así de forma más o menos explícita Sangre para Drácula o Carne para Frankenstein de Paul Morrisey, Le ballon rougue, Crisis? What Crisis, Alta Tensión, Unforgiven y un largo etcétera que puede suponer un juego de lectura para cinéfilos. A este entramado de películas cabe unir otro de referencias literarias, que junto a los relatos inspirados en el mar o las referencias a Jorge Manrique, incluye otras como Huysmans, Nietzsche, Sartre, Rimbaud, Poe, Jenofonte, que por no ser este el espacio dejo al lector su búsqueda en el libro.
Todo ello con una poética de la desnudez que busca dejar atrás todo lo accesorio, versos cortos de ritmo rápido, concisos como un disparo de adrenalina, despojados de todo lo accesorio, con escasas concesiones retóricas a excepción de las antítesis, que casan tan bien con esa postura de don/maldición con la que Vicente ve la literatura y el oficio literario. Este uso de las antítesis (luces / y sombras// besos / y heridas // pasión /y traición // amar / y errar // todo / en el corazón / a la par) contribuye a acelerar aún más el ritmo de estos poemas ya de por sí breves y rápidos.
En resumen, frente a la desnudez del poema Vicente nos deja lo intrincado de las abundantes referencias que explicitan u ocultan sus poemas. “Mar adentro” nos presenta al sujeto poético enfrentado a la sensación de estar perdido en la inmensidad del mar, a la deriva que todo lo puede. El hombre enfrentado a una inmensidad que no controla, que le lleva incluso a sentir la náusea sartreana, y que le hace tener el (deseo de ser / tiburón) (pág. 39).
El deseo de esencialidad del autor le lleva en la segunda parte, “Vórtice”, a trabajar el haiku, forma que ya aparecía en GAS y que aquí se transforma en el lugar donde convergen los temas del libro, podríamos hablar que son el vórtice de la tormenta desatada en “Mar adentro”. Siguiendo esta dialéctica, la tercera parte, “Aguas profundas”, es el lugar al que el sujeto lírico llega tras pasar el vórtice de la tormenta. Continúa su interiorización de la muerte, para dejarnos un nuevo elemento autorreferencial en “Paso del Noroeste” (102), la cincuentena como paso lleno de dificultades en la vida. Se inicia con esta parte donde lo personal, su trabajo como comercial, el amor, su visión del mundo, se convierten en temas contrales. Quiero centrarme en la crítica que se realiza tanto del sistema capitalista como del sistema literario que nos domina.
En “Le grande Boufee” (pág. 121), nueva referencia al cine, nos habla del peor de los poetas (un poeta / (sobre todo social) / corrupto), para en “Confesión” (124) darnos su antítesis (los escritores serios / no se comen una puta rosca // en suma // pero son libres / y auténticos // doy fe), lo que nos lleva al malditismo en “Danza de las calaveras” (143).
“Llegar a puerto”, cuarta y última parte del libro de poemas supone un giro argumental en el texto, frente a lo negativo, al sufrimiento, al contemplar con dolor Babilonia, todo marinero regresa a puerto, cierre de la metáfora del viaje, que convierte Haga lo que haga en la tierra en una bella alegoría vital. Será aquí Ulises (pág. 175) el que encarne la figura del sujeto lírico “vuelvo de nuevo / al hogar”. Todo acaba positivizándose en esta parte (la luz radiante / de invierno / que nos ilumina // ahora // bálsamo/ para el corazón) (pág. 169). Será la meditación la que otorgue la paz buscada frente a la locura del mundo (en los que observas / pero no juzgas / sientes pero no sufres / vives pero no piensas) (pág. 170). Alejarse de todo lo que es negativo (fuera siempre / lo que te hace sufrir) (pág. 171).
Se vuelve aquí central el poema que recupera el poema con que se abre Don de la ebriedad del zamorano Claudio Rodríguez, (la claridad / la ebriedad / la iluminación // vienen siempre / del cielo) (pág. 173), debemos buscarnos fuera del mundo, nueva dicotomía que refleja cómo estar en esta Babilonia. Será el amor el que junto a esta iluminación salve al sujeto lírico de la deriva (todo lo salva / el amor) (pág.177)
En conclusión, Haga lo que haga en la Tierra se nos muestra como un libro desnudo y despojado en lo retórico, pero muy rico en referencias y lecturas. Alegoría del viaje vital al estilo, tan propio, de Vicente Muñoz Álvarez, que como demuestra es una de las voces más originales y alejadas de grupúsculos poéticos que podemos encontrar en la actual literatura española. Desde su posición de outsider sigue defendiendo unos ideales y formas de hacer literatura que quizás le hayan alejado de cánones preestablecidos, pero que a sus lectores nos brinda la oportunidad de una literatura que sabe a verdad.
Pablo A. García Malmierca
Aldealengua, 7/02/2021
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