lunes, 10 de agosto de 2015

VISIONES DE HANK



Se lo debíamos al bueno de Hank. Todos los que nos hemos reunido a brindar sobre su tumba en esta fiesta, y muy en concreto Patxi Irurzun y yo. Para ambos Charles Bukowski fue un flechazo inmediato, un amor a primera vista, acostumbrados a las soporíferas lecturas que durante nuestra adolescencia nos habían recomendado o impuesto. Existía una vida allá fuera, en la calle, al fin de la noche, en los conciertos y bares que frecuentábamos, en el monótono y alienante transcurrir de los días, en los amores rotos y las borracheras, en la locura y en la desesperación, que no reflejaban de ninguna manera todas aquellas lecturas. Y fue precisamente Bukowski (junto a Miller, Céline, Kerouac, Carver y algunos otros), a medida que su obra fue publicándose en nuestro país, el primero que nos habló sin tapujos de esa vida inmediata y próxima, desmitificando con mordaz ironía el papel tradicional del escritor. Hank era un poeta frustrado, pendenciero, bebedor e inconstante, enloquecido, salvaje y espontáneo, que retrataba sin artificios ni grandilocuencias vanas el mundo despiadado en que vivíamos, que escribía en nuestro mismo idioma de peleas y putas, de bloqueos creativos, de zurullos y caspa, de la misma gente y los mismos problemas que a nosotros nos afectaban... Un escritor del mundo real (al menos del nuestro, claro, hay varios y todos en este, y cada uno decide cuál le atrae y a cuál pertenece).

Al margen de la influencia mayor o menor de su obra en la nuestra, fueron Bukowski y algunos otros (a los que tuvimos casi clandestinamente que ir descubriendo) los que nos hicieron en realidad amar la escritura y espolearon nuestra vocación creativa, y no, desde luego, toda la infumable (para un adolescente inquieto) sarta de autores que nos habían vendido de estudiantes como (alta) literatura. Si accedimos después voluntariamente a otras (altas) lecturas, fue debido precisamente a autores como Bukoswki (que nos llevaron a Hamsum, Fante, Céline, Hemingway, Pound, Rimbaud, Whitman...), que nos hablaron en el lenguaje pop(ular) que entendíamos y nos mostraron un camino literario y existencial mucho más próximo y verdadero.

En un recodo de ese camino nos encontramos Patxi Iruzun y yo, y muchos de los autores que homenajeamos hoy a Hank. Corrían los años 90 y la explosión de fanzines y revistas subterráneas y contraculturales del momento había ido poniendo en contacto a muchos escritores de la misma o semejante cuerda, ninguneados sistemáticamente hasta entonces por el aparato logístico de la cultura oficial. Borraska y Vinalia Trippers (o lo que es lo mismo: Patxi y Vicente & trippers, respectivamente), nacidas en plena eclosión del mundo del zine, fueron desde su inicio proyectos y plataformas afines que sirvieron, junto a otras (Ojalatemueras, Monográfico, El canto de la tripulación, Anna Bel Lee) para dar a conocer la obra de muchos autores que habíamos crecido con Bukowski en nuestra mesilla de noche. Casi de modo paralelo, una en papel impreso y otra en la red, ambas publicaciones editaron durante la segunda mitad de los 90 textos de muchos escritores realistas que de una manera u otra habían bebido de fuentes hasta entonces consideradas cultura popular, cuando no directamente cultura basura: el cómic, la televisión, el rock, el porno, el gore... integrándolas en su obra y fundiéndolas en su manera de crear y escribir.

Antologías de relatos como Golpes. Ficciones de la crueldad social (DVD ediciones, 2004) y Tripulantes. Nuevas aventuras de Vinalia Trippers (Eclipsados, 2007), o de poemas como Feroces (DVD, 1997) y Poemas para cruzar el desierto (Línea de fuego, 2004), han ido estos últimos años recopilando la obra de muchos de estos autores, poniendo de relieve la existencia de un discurso literario y crítico muy diferente al que se nos muestra y vende desde las altas esferas.

Cuando hace algunos meses Patxi me habló del concurso homenaje a Bukowski en Borraska, no pude resistir la tentación de dar un paso al frente, proponiéndole una antología en su nombre, para prepararle al viejo una celebración por su sitio. Comenzamos entonces a pedir material, relatos y poemas, a los autores que, sin agotar por supuesto la nómina, nos parecieron más representativos para la ocasión, y poco a poco, en un fascinante proceso de construcción colectiva, las piezas del puzzle fueron encontrando su hueco hasta convertirse en lo que hoy es este libro.

Autores más y menos conocidos (algunos casi inéditos) y un magistral Raúl Núñez (al que David G, siempre presente, convocó desde el lado oscuro) poniendo la guinda al pastel, lanzamos desde aquí reunidos un guiño al bueno de Hank y os invitamos ahora a todos a compartir esta fiesta.

La mayoría de las líneas temáticas de la obra bukowskiana (que por otra parte son relativamente reiterativas y escasas, todo hay que decirlo) han sido aquí de un modo u otro desarrolladas: las mujeres y el sexo, la violencia doméstica, la filosofía de bar, el hipódromo, las peleas callejeras, los trabajos mal pagados, la locura y la muerte y, por supuesto, las resacas y las borracheras, inevitables, claro, en cualquier homenaje a Henry Chinaski.

Ahora bien (y este es un factor importante), cada autor lo ha hecho desde su visión personal, su estilo y punto de vista, que en algunos casos no es, digamos, muy bukowskiano. Todos los aquí congregados tenemos por una u otra razón una deuda con Hank, pero cada cual la ha interpretado y saldado a su modo, a veces incluso poco condescendiente con el pretendido estilo Bukowski.

Frecuentemente suele (des)calificarse a los escritores que reconocen esta deuda como plagiadores del mismo y faltos de universo propio. La obra personal de cada uno de los antologados en este libro (y a ella me/os remito) es una prueba fehaciente de que en la mayoría de los casos esa posible influencia no es más que eso, y de que cualquiera de ellos posee idearios y planteamientos estéticos muy alejados de ese registro.

Pero aquí y ahora, que es donde estamos, nos hemos reunido ex profeso en memoria de Hank, y hemos aportado nuestra visión del mismo para brindar felices y desinhibidos sobre su tumba.

A él, estoy convencido, le hubiera gustado más que cualquier ramo de apestosos crisantemos.

Salud y pura vida allá donde ahora estés, viejo.

Te debíamos esta fiesta.


Vicente Muñoz Álvarez, de Resaca/Hankover: Un homenaje a Charles Bukowski (Caballo de Troya/Mondadori, 2008).

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