miércoles, 16 de marzo de 2011

ALTA TENSIÓN (una catarsis)


Es curioso cómo la cabeza o el subconsciente o el cuerpo nos ponen sobre aviso con pequeñas señales de la proximidad del desastre... Lo he pensado muchas veces y me lo he tomado muy a pecho y en serio, porque no creo que lo que me sucedió fuera sólo fruto de la casualidad o el azar... Indicios, claves, mensajes... El mío en concreto fue aquel dedo agarrotado, el corazón de la mano izquierda, con el que me levanté una mañana de enero del año 2005. Amanecí con él inflamado y con la falange superior pinzada, paralizada e inútil, sin habérmelo antes golpeado o torcido, sin motivo o razón aparente, y así lo tuve cerca de tres semanas, restregándomelo con Bálsamo Tigre y pensando que sería cuestión de días, hasta que cada vez más alarmado decidí ir a enseñárselo al médico. Que qué me había pasado, me preguntó, que tendría que haber ido antes a verle, que posiblemente hubiera que operar, que tendría que hacerme análisis de sangre y mirarme la tensión arterial, etc. Siéntate aquí, dijo señalando un taburete, y quítate la chaqueta... Era la primera vez en mi vida que me tomaban la tensión (siempre alejado por principios de médicos y hospitales) y no tenía ni idea de en qué consistía aquello ni de cuáles eran los valores correctos. Extendí el brazo derecho, me ajustó el brazalete en el bíceps, lo hinchó, comprobó mis medidas y se me quedó mirando ceñudo a los ojos. La tienes muy alta, dijo. Vamos a esperar unos minutos y a mirarla otra vez. Relájate, respira hondo... Volvió a repetir la operación y añadió: 18/11, eso es muchísimo, muy por encima de la máxima recomendada... Y así comenzó mi derrumbe.
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Este es el inicio de Alta Tensión (una catarsis), mi relato para la antología Viscerales, coordinada por José Ángel Barrueco & Mario Crespo para Ediciones del Viento.
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Un libro lleno de epatantes textos y sorprendentes propuestas, que desde mi penumbra os recomiendo de corazón.
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