lunes, 17 de febrero de 2014

VESPAS & LAMBRETTAS (Restauración)


nos encontramos ayer por casualidad en la Plaza del Grano, César y yo, absorbiendo como esponjas el nítido sol de invierno (oscuro y lluvioso, este año, como pocos aquí se recuerdan) y tomando una caña en La Piconera, y volvimos a hablar con nostalgia del tema: las Vespas y Lambrettas de nuestra juventud... su padre tenía un taller de chapa y pintura cerca de Michaisa, subiendo hacia La Virgen del Camino, y allí íbamos los colegas de la pandilla a restaurarlas... las comprábamos (salvo los más pudientes) por cuatro duros, de segunda o tercera o cuarta mano, armatostes oxidados y gripados de los años cuarenta y cincuenta que César arreglaba y petroleaba y engrasaba y pintaba de vivos colores, amarillo, rojo, verde, rosa, etc, y finalmente maqueaba con espejos retrovisores y portamaletas y otros ornamentos... y allí estábamos nosotros, adolescentes recién salidos del cascarón, con nuestras relucientes Lambrettas y Vespas de todos los estilos y cilindradas recorriendo las calles y las afueras de la ciudad... que ahora mismo recuerde: Justo (una Vespa gris), Agustín (una amarilla), Bingo (una negra), Gato (también negra), Yony (creo que roja), Carlos (puede que azul), él (una Lambretta rosa recortada) y yo (una Vespa roja, primero, de cincuenta centímetros cúbicos, a los dieciséis años, y una flamante Lambretta verde metalizada a los dieciocho)... los pijos y los peras pilotaban Vespinos con pegatinas de Snoopy o, ya algo después, pepinos futuristas de gran cilindrada, mientras nosotros conducíamos aquellas pesadas y obsoletas pero deslumbrantes máquinas de colores con nuestras chicas en el asiento de atrás... no éramos mods, en absoluto (aunque ellos flipaban con nuestras motos y nosotros con Quadrophenia, una de las pelis de culto de aquella época), pero casi todos por aquel entonces en la pandilla, mediados los años 80, teníamos Vespas y Lambrettas e íbamos con ellas a los garitos de las afueras (mucho más lejos, la verdad, casi ninguna podía llegar: no dejaban de ser reliquias de tiempos remotos), al 44 sobre todo, al final del polígono (entonces sin edificar) de Eras de Renueva, o al Villa Evarista (qué entrañables recuerdos conservo de aquel merendero, detrás del Politécnico), o al bar de los Pinos, en mitad del bosque, o a los de La Candamia o al de Carbajal (donde los cubatas eran mucho más baratos), etc, etc... en la Plaza del Grano (una de las perlas -en peligro- de esta ciudad) absorbiendo como esponjas el nítido sol de invierno César y yo, ambos rondando ya los 50, hablando con nostalgia de los 18 y los 20, de todas aquellas Vespas y Lambrettas de colores que él con tanta ilusión restauró y de las juergas que a lomos de ellas nos corrimos...

30 años
han pasado
y parece
que fue ayer


Vicente Muñoz Álvarez

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