lunes, 30 de diciembre de 2013

EL DESCRÉDITO: Entrevista en Culturamas.


¿Viaje al fin del hombre? 

El descrédito: viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline, Ediciones Lupercalia


Un barco llamado Lupercalia, en esta ocasión, tripulado por dos maravillosos y apasionados antólogos: Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez. Destino: la obra de un hombre, rara avis, Louis-Ferdinand Céline, capaz de ser odiado y amado por los mismos y al mismo tiempo. ¿Malditismo, genialidad, antisemitismo, uno de los escritores más influyentes del siglo XX, una vuelta de tuerca a la literatura universal o todo al mismo tiempo?

El descrédito: Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline, Ediciones Lupercalia, supone un alto en el camino ineludible para todos aquellos que han viajado al fin de la noche o pretenden hacerlo. 

¿Cómo surge la idea y por qué Céline?

Julio César Álvarez:

Céline se ha ido convirtiendo progresivamente en una voz literaria cada vez más importante. Una especie de lectura obligada. No hemos hecho otra cosa que reflejar ese interés, esa curiosidad creciente entre muchos lectores y autores por una figura confusa y difícil de explicar. Era inevitable abordar su legado, el conflicto moral que encierra y su larga influencia en la literatura más actual.

¿Crees que sus panfletos antisemitas fueron parte de la obra de un provocador, del nihilismo atroz, de la no esperanza en el ser humano, después de haberse adentrado, según dicen, en el corazón de las tinieblas al más puro estilo Conrad?

J.C.A.:Todo ello al mismo tiempo y tal vez justo lo contrario. Es difícil responder con certeza. Lo que está claro es que Céline refleja las miserias y grandezas de la sociedad europea de entreguerras. Una sanguinolenta herida abierta. De hecho, Céline supura todas las enfermedades morales y fantasmas sociales de la época, no es más que su incómodo reflejo, esa parte oscura que la mayoría prefiere esconder. De ahí su ostracismo, su encierro silencioso y su anulación. Aunque ciertas cuestiones artísticas no pueden dejarse aparcadas en un cajón. Evolucionan, crecen, como el propio ser humano. 

Hay quien dice que su antisemitismo se basa en la identificación del judaísmo con el capitalismo, otros que fue un pacifista convencido, defensor de los desfavorecidos, anticlerical y anticolonialista y muchos otros que era un ser inmoral, deleznable y pronazi. ¿No estaríamos ante el paradigma de la contradicción del ser humano cuando en la misma persona se dan todos esos matices? 

J.C.A.: Céline resume en un sólo hombre lo mejor y peor del siglo XX. Sofisticamos la tecnología hasta crear la bomba atómica. En su caso, convive un talento enorme, un estilo depuradísimo (al menos en sus primeras obras), con una pésima calidad moral y una cierta monstruosidad en su visión de otros seres humanos. Evidentemente lo rescatable es su talento creativo, su modificación de las reglas literarias del juego. El resto, es una continuación de esa bomba atómica, nuestro perfeccionamiento como especie que se destruye más y mejor a sí misma.

Céline dijo acerca de su Viaje al fin de la noche: “El hombre está desnudo, despojado de todo, aun de la fe en sí mismo. Mi libro es eso”. Según Vila Matas precisamente, ese pesimismo y esa falta casi absoluta de compromiso moral le permitieron viajar con insólita audacia a donde casi nadie se había atrevido a ir. ¿Crees que el arte puede/debe ser el vehículo para desentrañar incluso la oscuridad más absoluta que nos habita? 

J.C.A.: El arte es el medio, sin duda. Y la libertad resulta imprescindible. Fue quizá esa libertad sin límites la que le permitió innovar y resquebrajar las formas literarias de la novela. Si existe un buen campo de pruebas para desentrañar la oscuridad inherente al ser humano, ese es la creación artística. Pero luego, claro, no nos asustemos de lo que allí aparezca reflejado.

Acerca de la controversia que provoca el universo Céline: ¿dónde empieza el hombre y dónde el creador? ¿Dónde la obra y dónde la vida? ¿Es bueno, justo e inevitable mezclarlo, juzgarlo, condenarlo? 

Vicente Muñoz Álvarez:

Es muy complicado saber dónde empieza el hombre y dónde el creador, ambas facetas, sobre todo en la escritura autobiográfica, como la de Céline. En función de qué experiencia tengas y qué clase de hombre seas, construirás tu escritura, eso está claro. Ahora bien, a la hora de valorar una obra artística, sea del tipo que sea, mi opinión es que se deberían deslindar ambas cuestiones. Si tuviéramos que juzgar a los artistas por su catadura moral, las bibliotecas y museos se vaciarían. Y no hablamos de políticos ni sacerdotes, hablamos de artistas, y de su obra, su legado, que es realmente lo que importa. Juzgar a una persona en vida por sus actos, me parece lógico y necesario. Pero juzgar su obra por sus acciones, creo que no es acertado. Sobre todo cuando, como es el caso de Céline, el autor lleva más de medio siglo muerto y lo que ahora cuenta, cara al presente, es su impresionante obra escrita.

¿Cómo ha sido la experiencia a la hora de congregar, seleccionar a todos esos autores entorno a una figura como la de Céline?

V.M.A.: Muy gratificante para Julio César y para mí. En el fondo, aunque no lo parezca, reunir una nómina de autores como la presente implica una labor de años de trabajo y contactos entre escritores, de haber ido formando una cantera y equipo de autores afines, dispuestos a colaborar en un proyecto así. Tanto Julio César como yo conocíamos previamente a todos estos autores y sabíamos de su interés por Céline, con lo cual no fue difícil reunirles. Pero ya digo, saber de ellos, de los más adecuados para este proyecto en concreto, viene de atrás.

Y por último, ¿creéis que habéis logrado vuestro propósito de desvincular la obra del hombre? Vuestra impresión del resultado.

V.M.A.: El resultado es El descrédito, este magnífico libro que Lupercalia acaba de editar, donde ha primado la libertad total de los autores a la hora de exponer su visión sobre Céline. Unos lo han elogiado, otros condenado, otros criticado… pero todos se han dejado la piel en abordar su obra y figura. Lo que no hicieron en Francia en su día por presiones políticas, lo hemos hecho sin ellas aquí y ahora, en España, los 28 escritores que participamos en la antología. Y de ello estamos, sobre todo Julio César y yo como antólogos, más que orgullosos. Nuestra premisa era, sí, desvincular la obra del hombre, pero sin disculpar en absoluto a Céline por sus actos, sólo con la intención de reivindicar sus grandes novelas. Y creo que lo hemos conseguido. Gracias, en gran parte, a Lupercalia, que ha apostado por esta polémica y arriesgada antología. Y por supuesto, a los puntos de vista y textos de los autores, que se han implicado de lleno en el proyecto.

EDICIONES LUPERCALIA

http://edicioneslupercalia.com/

¿Cómo, cuándo, dónde y por qué Lupercalia? Son vuestras publicaciones Azotes de Lupercalia?

Ricardo Moreno Mira:

El «Cómo»… bueno, con un simple trámite administrativo, alta en el IAE.

El «Cuándo»… Más o menos, creo recordar, hacía el año 2009.

Y el «Por qué»… para dar salida a material que nos gustase y tuviese interés.

Sobre si nuestras publicaciones son «Azotes de Lupercalia»… bueno, nos gustaría que así fuese.

¿Cómo logra nacer una editorial y cómo se mantiene?

R.M.M: Los trámites son sencillos. Todo el mundo puede hacerlos. Como ya he dicho antes, alta en el IAE y pagar tus autónomos. Todo lo demás, encontrar una imprenta que se adapte a lo que buscas, es algo que se aprende. La distribución, es más complicada y difícil, pero también es posible.

¿Mantenerse?… Bueno, eso depende de lo que uno quiera y pueda aguantar. Pero al ser una editorial pequeña no tenemos que soportar una gran infraestructura. Eso nos da flexibilidad y una capacidad de adaptación que supone una enorme ventaja en tiempos de crisis. Somos algo así como pequeños organismos que no necesitan mucho para subsistir, en un panorama general de grandes dinosaurios y con una extinción masiva de fondo.

¿En qué os basáis para la selección de obras? ¿Rastreáis vosotros, os las envían..?

R.M.M: Principalmente en que nos guste, que cojas el manuscrito y te enganche, que tenga fuerza y se adapte a la línea de la editorial. Nos llegan muchos e-mails de gente que quiere publicar pero no damos abasto. Un porcentaje de las cosas que hemos publicado ha salido de ahí, de esos e-mails que nos llegan, y otras las hemos buscamos.

¿Publicar es un deporte de alto riesgo en este país?

R.M.M: Depende de lo que publiques. Si es literatura, probablemente sí. Pero aquí lo difícil, casi imposible, es llegar a tu cliente potencial en un contexto de sobresaturación de estímulos y ofertas.

Habladme del diseño de las portadas. Todas poseen una fuerza tremenda.

R.M.M: Intentamos acordarlo y colaborar con el autor, que él ofrezca idea y sus impresiones. Eso es importante para nosotros, que el autor se sienta satisfecho con nuestro trabajo.

Y por lo demás, bueno, nos alegra si causan esa impresión… Es lo que intentamos, un diseño limpio, austero en cierta medida, pero contundente. Simplemente tratamos que quede lo mejor posible. Y supongo, por la pregunta, que eso a veces funciona.


Entrevista realizada por Julia Roig Whittle para Culturamas.


F.SCOTT FITZGERALD

domingo, 29 de diciembre de 2013

¿QUIÉN MATÓ A LA TÍA ROO?


Si queréis celebrar el espíritu de la Navidad con una película de suspense atípica y conmovedora, siniestra y entrañable a la vez, al margen de los clásicos descafeinados que programan en la televisión, descargaros ¿Quién mató a la tía Roo? (Whoever slew Auntie Roo?, 1972), de Curtis Harrington, y os aseguro que disfrutaréis de una maravillosa velada.

Una inquietante vuelta de tuerca al ya de por sí macabro cuento de Hansel y Gretel, con una camaleónica Shelley Winters a la cabeza del reparto y un Mark Lester (el inolvidable niño de El otro, de Robert Mulligan) perverso y angelical, un montón de giros inesperados y una logradísima atmósfera navideña.

Harrington, especialista en thrillers de terror psicológico, le añade un plus de morbo y sarcasmo al cuento popular de los Hermanos Grimm, respetando su fondo y esencia, pero subvirtiendo algunas claves del mismo y dándole una lectura nueva, más irónica y retorcida, morbosa y aterradora.

Pavos y cochinillos asados, niñas momificadas, dulces de jengibre y de chocolate, fantasmas y sesiones de espiritismo, esquizofrenia y espumillón combinados en sabias dosis para el deleite del espectador.

Ideal para videar junto a la chimenea, con un carajillo caliente en la mano, en la sobremesa de alguna celebración navideña.


Trailer in You Tube:


ÓPERA PRIMA


Ópera Prima

el grupo

esta noche

reencarnado
en otro tiempo

sus temas

olvidados
desde los 18

aún vivos
en mi corazón

no dejo
de sorprenderme


Vicente Muñoz Álvarez

sábado, 28 de diciembre de 2013

LAS SALAMANDRAS



Miraba de cerca la fotografía
de las salamandras negras y amarillas
coleteando en aquel charco,
cuando de pronto el papel comenzó
a abultarse entre mis manos,
a hincharse, a cobrar vida,
y las salamandras se movieron
bajo el agua lentamente
y comenzaron a salirse de la foto
y a escurrirse con su tacto frío y gomoso
entre mis dedos,
una tras otra, una tras otra, una tras otra,
hasta que cesó al final el borboteo
y la foto se quedó totalmente vacía,
un remanso de aguas claras,
y las salamandras negras y amarillas
se perdieron con sus torpes pasos lentos
en la ominosa serenidad del cuarto oscuro.


Vicente Muñoz Álvarez, de Canciones de la gran deriva (Origami, 2012).


viernes, 27 de diciembre de 2013

TRITONES & SALAMANDRAS (La extraña pareja)


fue también aquel curso, séptimo de EGB, cuando me hice con dos de mis más preciadas mascotas: un tritón (jaspeado) y una salamandra... el primero, el tritón, me lo regaló Don Julián, el profesor de Ciencias Naturales, después de hacerme prometerle que le cuidaría... se lo habían llevado al laboratorio unos alumnos y lo mantenía en un tarro de cristal, a la espera de encontrarle dueño... y ahí estaba yo, hipnotizado por sus pequeños ojos de fuego, su rugosa piel verde y negra y sus torpes movimientos, dispuesto a llevármelo a casa... me explicó cómo cuidarlo, Don Julian, construyéndole un terrario húmedo, reproduciendo su hábitat natural y alimentándolo a base de gusanos e insectos... y yo me lo tomé muy en serio (como casi todo a aquella edad) y le construí, siguiendo las instrucciones de un manual sobre anfibios, un terrario de madera y cristal, con ramas, cortezas, yedra y musgo, donde se sintió inmediatamente integrado, hasta el punto de atreverse pronto a comer de mi mano... le llevaba, sobre todo, lombrices de tierra, fáciles de encontrar, y se las acercaba a la boca con los dedos, hasta que aparatosamente, con un giro brusco del cuello, las atrapaba y las engullía... su compañera, la salamandra, llegó poco tiempo después... la encontré en una de mis excursiones al campo en busca de fósiles y minerales, en la garganta de Piedrasecha (también llamada Los Calderones, cerca de la Magdalena), en la orilla del río... más fascinante aún que el tritón, negra y amarilla, de piel gomosa y suave, con unos diminutos dedos palmeados, indefensa y conmovedora... y al terrario que me la llevé también, junto al tritón, para que le hiciera compañía... aquella extraña y bien avenida pareja en la terraza del salón de mi casa, ocultos siempre en sus cuevas, solícitos a mi llamada, cuánto les echo de menos... no sé calcularlo con exactitud, pero al menos siete u ocho años les tuve conmigo, hasta que la madera del terrario, por la humedad, comenzó a deteriorarse y finalmente a pudrirse y decidí devolverles al bosque... les llevé de vuelta a Piedrasecha y justo en el mismo sitio donde había encontrado a la salamandra tiempo atrás, les dejé en libertad... con sus torpes pasos lentos se perdieron bajo la hojarasca de la orilla del río y jamás volví a saber de ellos... aunque siempre pensé (o quise y quiero pensar, distorsionando como terapia el pasado y los sentimientos) que hubieran preferido quedarse conmigo... 

para ellos
este recuerdo


Vicente Muñoz Álvarez

jueves, 26 de diciembre de 2013

"S" (De Violencia & Sexo)


tres eran tres los cines a los que, de chinorris, íbamos a ver películas clasificadas "S": El Lemy, al final de la Avenida Alcalde Miguel Castaño (antigua Avenida de Madrid), el Trianón, en Ramón y Cajal, y muy en especial El Crucero, en el barrio del mismo nombre, cruzando el Puente de San Marcos, que era el único al que casi siempre nos dejaban entrar... toda una odisea, con doce o trece o catorce años, hacernos pasar por mayores de dieciocho para poder entrar a ver aquellas películas, ya fueran de violencia y terror o eróticas y pornográficas, que eran las que habitualmente recibían tal clasificación, poniéndonos en la cola de puntillas para parecer más altos, llevando gafas de sol o embozándonos el rostro con bufandas y abrigos... a veces lo conseguíamos y otras no, dependiendo de qué cine se tratara y de quién estuviera en la taquilla (con las mujeres, gneralmente, la cosa se complicaba)... a mí, para variar, me gustaban más las de terror, pero casi todos en la pandilla preferían las pornográficas, que no solían mostrar escenas de sexo explícito, pero que disparaban igualmente nuestra libido e imaginación... La madre superiora del pecado, Emmanuelle 2: la antivirgen, Bragas calientes, Aberraciones sexuales de una mujer casada, El orgasmo y el éxtasis, Jóvenes viciosas o Gemidos de placer son algunos de los títulos que ahora me vienen a la cabeza, normalmente infumables, bizarras y psicotrónicas, y de las que apenas conservo ningún recuerdo... sí, en cambio, de las de terror, mis favoritas, grabadas a fuego en mi mente: La niña (de las que más nos aterrorizó), Apocalipsis caníbal, Sexo sangrientoLa mansión de los muertos vivientes, Los ritos sexuales del diablo o las mismísimas Viernes 13 y Las colinas tienen ojos, que en su estreno fueron todo un acontecimiento... Se advierte al público que este filme por su temática o contenido puede herir la sensibilidad del espectador... era su tentador eslogan, más aún para unos adolescentes, nosotros, aún recatados y ávidos de nuevas experiencias... allí estábamos, haciendo cola en las taquillas de los mencionados cines, para (si conseguíamos pasar) excitarnos con aquellos indigestos banquetes de muslo y pechuga... Agata Lys, Helga Liné, Barbara Rey, Nadiuska, o las más atrevidas Lina Romay (la mujer de Jess Franco) y Susana Estrada (la más cañonera), eran algunas de las musas habituales de aquellos engendros cinematográficos de la Transición, carne para la máquina del consumo y oscuro objeto de nuestro insaciable deseo... hasta que, no tardando mucho, a partir de los 80, comenzaron a llegar a las salas de cine y los videoclubs las películas "X", hermanas depravadas de las descafeinadas "S", y el público perdió de inmediato interés por ellas... qué tiempos aquellos, tan hipócritas, tan oscuros y tan viscerales, los que nos tocó de adolescentes vivir, herederos del antiguo Régimen, hijos sietemesinos de la democracia... 


Vicente Muñoz Álvarez

lunes, 23 de diciembre de 2013

MORIR (El diablo)


es, quizás, uno de mis más tempranos recuerdos, cómo tomé por primera vez contacto con la muerte, a los cuatro o cinco años, de manera fortuita, y la tremenda impresión que ello me produjo... recuerdo estar en la cocina de la casa de San Pedro donde vivíamos... recuerdo que era una tarde-noche de invierno... y recuerdo, como si los estuviera viendo ahora, aquellos muñecos de guiñol que alguien me había regalado: una bruja, un payaso, Caperucita y el lobo, y el diablo... un diablo de piel roja y cuernos blancos y pelo negro rizado que mi padre manejaba con una mano dentro de su pequeño cuerpo, agitando alocadamente su cabeza y sus brazos... no sé muy bien cómo, a tanto mi memoria no llega, de qué manera sucedió, pero sí que, en un punto concreto del juego, pregunté a quién representaba aquel muñeco... y no sé tampoco cómo, de qué manera me lo explicaron, pero sí que me dijeron que era el diablo, el guardián del infierno... y que mi curiosidad infantil me hizo preguntar a continuación qué era el infierno y que mis padres me dijeron que era el lugar donde, al morir, iba la gente mala... y que acto seguido pregunté qué era morir y que me dijeron que la gente mayor se moría, que su corazón dejaba de latir y que, en función de cómo se hubieran portado en vida, iban al infierno o al cielo... y que entonces, eso sí que no lo olvido, me invadió un tremendo vacío, un vértigo atroz, una sensación terrible de desconsuelo y de náusea, y que a continuación me puse a llorar y que mis padres me dijeron que no me preocupara, que eso, el morir, no le sucedía a los niños, que le pasaba sólo a la gente mayor, muy mayor, y que a mí me quedaba aún mucho tiempo para que llegara mi hora... desde entonces odio los muñecos de guiñol, obviamente un trauma infantil, y ahora que soy ya mayor sigo sintiendo el mismo vacío y vértigo y la misma sensación de desconsuelo y de náusea cada vez que pienso en la muerte y en que todos tenemos que morir, tarde o temprano, aquí o allí, todos vamos a morir y, tal vez, según nos hayamos portado, a encontrarnos con aquel horrible diablo...


Vicente Muñoz Álvarez

MINERALES (Una pasión)


fueron otra de mis grandes pasiones, los minerales, otra obsesión infantil, sobre todo a partir de cierto momento, en séptimo de EGB (creo recordar), con Don Julián, el profesor de Ciencias Naturales, que nos encargó, como complemento obligatorio de la asignatura, presentar una colección al terminar el curso escolar... así comencé a coleccionarlos y estudiarlos y clasificarlos e ir a buscarlos al monte y al campo... ahí estaba yo, unos once o doce años, calculo, cogiendo con otros alumnos los sábados por la mañana el tren de vía estrecha rumbo a Boñar, La Vecilla o Vegacervera, con mi mochila y mi martillo de geólogo y varias guías de consulta y los ojos (ya sin parche) llenos de ilusión e inocencia, buscando minerales en los bosques y escombreras y minas abandonadas de la región... pirita (cristalizada y limonitizada), cuarzo (ahumado o blanco o rosa), malaquita y azurita, calcita, goethita, azabache, galena, blenda acaramelada, fluorita, turmalina, aragonito, oropimente y rejalgar, etc, etc, etc... me fascinaban aquellos nombres, sus colores, sus propiedades, las formas en que cristalizaban y sus reflejos, como si tuvieran dentro una luz interior, alma y esencia, o algún mensaje cifrado... y me fascinaba, más que ninguna otra cosa, el laboratorio del colegio, al que acudíamos a hacer prácticas una vez por semana, lleno de anaqueles con todo tipo de objetos extraños y exóticos, fósiles y minerales, por supuesto, pero también insectos y mariposas y animales disecados de todas las partes del mundo (procedentes de la misiones de los agustinos), flechas, lanzas y máscaras tribales, microscopios, morteros, matraces y tubos de ensayo, acuarios con peces de colores, terrarios con tritones y salamandras y, la perla de la corona, una nutrida colección de cabezas de jíbaro reducidas, que me atraían como imán al acero y que no me cansaba jamás de observar... un mundo mágico y revelador, luminoso y lleno de enigmas, que me transportaba a realidades y universos paralelos y potenciaba mi, cada vez más acusada, tendencia a la ensoñación... volví loco, con los minerales, a Don Julián, el profesor, al que asediaba y atosigaba en clase a preguntas, llevándole muestras de todo lo que recogía en mis escapadas al campo... volví locos a mis padres y a mi hermana, siempre en danza con las dichosas piedritas... a mis compañeros, proponiéndoles incasable excursiones y changes... y supongo que me volví loco yo también a fuerza de consultar continuamente guías y visitar tiendas de minerales (Petrópolis, en especial, donde a menudo arrastraba a mi madre para intentar que me comprara alguno) y construir cajas de madera para clasificarlos y, ya al final del curso, presentárselos al profesor... aún conservo muchas piezas de aquel tiempo, y desde entonces he seguido coleccionándolos, siempre mirando hacia el suelo en la montaña y el bosque y rebuscando aquí y allá, ensimismado en la configuración del terreno... hace casi cuarenta años de eso... 

ya llovió


Vicente Muñoz Álvarez

FRIENDS


con David González
en el Barrio Húmedo

domingo, 22 de diciembre de 2013

IL PROFUMO DELLA SIGNORA IN NERO


Si os gustan las películas de terror psicológico en la línea de La semilla del diablo, Repulsión o El quimérico inquilino, disfrutaréis de esta rara avis del cine italiano, Il Profumo della signora in nero, dirigida por Francesco Barilli en 1974, repleta de guiños psicoaníliticos, hipnótica y tremendamente desasosegante.

Como en los citados films de Polanski, Barilli construye un delirante entramado de complejos y traumas, de pistas e indicios que desembocan en un escalofriante final (sin duda, de lo mejor del metraje). Todo ello con un elegante sentido de la estética y el ritmo, muy por encima de la media de los giallos habituales de aquel tiempo.

Las referencias a Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo (como alter ego de la protagonista, Mismy Farmer, por cierto, parecidísima a Mia Farrow) son numerosas, hasta el punto de convertir la película en una especie de versión siniestra (muy siniestra) de las novelas de Carroll.

La paranoia y la esquizofrenía, el desdoblamiento de personalidad, el mundo de los sueños y las pesadillas, los golpes y cicatrices de la infancia, la magia negra y la brujería, los ritos satánicos y la pérdida de identidad, son algunas de las piezas clave de esta película, que ha ido con el tiempo ganando prestigio y solera, convirtiéndose por méritos propios en un film de culto.

Magnífica y absorbente la banda sonora de Nicola Pavoani, como anillo al dedo para la ocasión, la fotografía de Mario Masini y, muy en especial, el sorprendente y desquiciado final (que por supuesto no destriparé), una sangrienta guinda para coronar el pastel.

Buon appetito.

Vicente Muñoz Álvarez

Trailer in You Tube:


viernes, 20 de diciembre de 2013

PARCHE (Estigma)


volví a acordarme de él el otro día, videando esa joya del cine de culto titulada Thriller: A cruel picture (en la que se basó Tarantino para crear Kill Bill), al ver a Christina Lindberg, la protagonista, con un parche en el ojo... recordé entonces al niño que a comienzos de los años setenta fui, y el parche que tuve que llevar durante mucho tiempo debido a un estrabismo infantil galopante, aquel parche negro en mi ojo izquierdo (el derecho, verde y nublado de tristeza) que me estigmatizaba y obligaba a dar a todo el mundo explicaciones, en el colegio sobre todo, y a soportar las mofas y burlas de mis compañeros, desde entonces oveja negra del redil... aquel parche redondo y negro como el fin de la noche, oscuro como la tumba donde yace mi amigo (parafraseando a Malcolm Lowry), que con todo el cariño del mundo mi madre me hizo, parche de pirata, de lacra, de disidente, parche de paria... no conservo fotos con él, por desgracia, pero nunca lo olvido... en realidad, pienso, llevo todavía aquel parche en mi subconsciente, siempre ha estado ahí... sólo que ahora me gusta llevarlo, ahora disfruto del estigma y la lacra, me singulariza entre el rebaño y me hace plenamente consciente de mi condición... pero no entonces, a comienzos de los setenta, con apenas cinco años, en aquella sociedad clasista e hipócrita, entre todas aquellas pirañas que buscaban con lupa cualquier debilidad o imperfección para lanzarse ávidamente a devorar a sus presas... luego, tiempo después, no sé cómo ni dónde, mis padres consiguieron unas gafas de pasta con uno de los dos cristales ahumado, el izquierdo, que mejoraron un poco, sólo un poco (seguían siendo de friki total, la verdad sea dicha) la situación y me ayudaron a corregir progresivamente y con paciencia aquel defecto en la vista... hasta que el cristal ahumado pudo ser sustituido por otro transparente y con el paso de los años no tuve ya necesidad de llevar gafas, mi ojo estrábico pasó a ser sólo vago, mi carácter se hizo fuerte y mi corazón rebelde, comencé a sacar partido de la diferencia y a creer cada vez más en mí, a enfrentarme a la vida y al mundo con la cabeza bien alta y a estar orgulloso de no ser como el resto... quizás, pienso, fuera aquel parche en gran medida el causante de ser como soy, de no haber comulgado nunca con la mayoría, de no identificarme en la prole y de ir siempre a tientas por el lado izquierdo, buscando infatigable mi propio camino... 

misterios
del subconsciente


Vicente Muñoz Álvarez

ENTREVISTA EN RICK'S CAFÉ


Vicente Muñoz:

"El escritor es testigo de nuestro tiempo 
y espejo (negro) de la sociedad"


Cada vez que el Rick´s Café se sienta a escuchar al poeta, ensayista, novelista y editor Vicente Muñoz Álvarez, sabe que vas a disfrutar escuchándole. Hombre curtido en la vida y al que los reveses propios o ajenos le han servido para seguir tomando el camino de la sensibilidad y el compromiso. Eso y su cercanía, hace que una vez más le tengamos aquí entre nosotros, con la comunidad lectora del Rick´s Café, y su participación en este debate acerca del papel del escritor en la sociedad.

Si queréis disfrutar con una revista incisiva, que combina la literatura para la vida con los diferentes estilos literarios, el diseño gráfico y el arte de la ilustración, ahí tenéis Vinalia Trippers. Si deseáis leer un poemario acerca de la superación del desamor, ahí tenéis Animales perdidos (Baile del Sol). Si os preguntáis cómo superar los avatares de la existencia y estos tiempos, su Canciones de la gran deriva (Origami). 

¿Qué rol puede desempeñar el escritor en la sociedad?

Depende, obviamente, de cada escritor, de lo que busque y persiga. Personalmente, a mí me interesa un tipo de literatura que refleje el mundo en el que vivo, el momento presente, con sus luces (pocas) y sombras (muchas), con sus servidumbres y sus contradicciones. Ser, en suma, testigo de nuestro tiempo y espejo (negro) de la sociedad. No me interesa, sin embargo, la literatura de mera evasión, es una cuestión de opciones.

¿Qué temas consideras prioritarios que un literato a través del ensayo, la novela, la poesía o los géneros periodísticos tiene que abordar en nuestro tiempo?

Básicamente, el ser humano, con todo lo que ello implica: miseria, angustia, soledad, injusticia, hipocresía, avaricia, desolación... y también, por supuesto, amor, amistad, altruismo, ética, búsqueda, empatía... La cara y la cruz de la misma moneda, que abarca nuestra totalidad y, por extensión, la de la sociedad en que vivimos.

¿Qué actos estimas hay que llevar a cabo para que el escritor y el público –la sociedad civil– tengan una relación más cotidiana?

Respeto, tolerancia, diálogo, concienciación... A partir de esas premisas la relación será, cuando menos, factible. A menudo se considera al escritor como un personaje ausente y ajeno al mundo en que vive. Nada más lejos, al menos en mi caso, de la realidad.

Vivimos en un mundo con demasiados compartimentos estancos. ¿Cómo puede contribuir quien escribe y quien lee, quien actúa en un teatro o quien va a verle a actuar para trazar puentes de colaboración?

Supongo que, como comentaba en la respuesta anterior, es una cuestión de tolerancia, empatía e interés recíproco, si es que se tiene alguna inquietud literaria o artística. Las presentaciones y lecturas de libros, novelas, ensayos o poemarios, cada vez más numerosas, ponen en contacto al escritor con su público y son, creo, el mejor puente entre unos y otros.

En cualquier pueblo o ciudad de España, Europa o en otras partes del mundo, contamos con magníficas bibliotecas, centros cívicos, teatros… Hace unos días asistí a un acto de presentación de un libro de Albert Camus con presencia de su traductora y de una nieta de Camus. La sala estaba llena, pero apenas unas cinco personas tendrían entre los 18 y los 25 años. ¿Qué hay que hacer para que la generación más joven se una y tire con fuerza de actos como el citado?

Es una pregunta que, realmente, no sé contestar. Siempre he pensado que parte de la culpa de que la juventud haya perdido interés por la literatura, depende en gran medida de la imagen y puesta en escena de los escritores en los últimos tiempos, adustos, serios, demasiado afectados e intelectuales. Muchas veces me ha sucedido, a mí y a otros colegas del gremio, que después de una lectura de poemas la gente joven nos dice que no sabía que existiera ese tipo de poesía, que estaban acostumbrados a una poesía hermética, críptica y desconectada de la realidad y el mundo, su mundo. Pero eso, una u otra tendencia, es también una cuestión de opciones. Yo respeto ambas, por supuesto, pero creo que gran parte de la culpa de lo que me comentas, al menos en la poesía, tiene que ver con este motivo. Aunque no hay que olvidar que las nuevas tendencias y gustos de la juventud se alejan cada vez más de la palabra escrita, es una evidencia. Y contra ello, sinceramente, no sé cómo luchar. Quizás, simplemente, escribiendo desde las vísceras y el corazón...

En EEUU, los intelectuales de prestigio desde hace décadas escriben en revistas especializadas, dejando al margen a la prensa de masas. En España, se tendió hacia la prensa generalista. ¿Qué publicaciones híbridas se pueden hacer para acercar sus reflexiones al gran público?

Revistas con un formato y diseño más acordes con los nuevos tiempos, no tan clásicas y formales, que mezclen literatura y otras artes, cómic e ilustración, diseño gráfico, música, fotonovela, prosa y poesía, fotografía, etc., y que abarquen un abanico de público más amplio.

¿Qué análisis haces de los medios digitales en la difusión de la labor del escritor en esta época y su comunicación con sus conciudadanos?

Para mí, desde luego, es básica y fundamental. Internet y las redes digitales han democratizado la literatura: ahora todo el mundo, bueno o malo, puede publicar en blogs, muros, foros, etc., sin necesidad de la bendición de los críticos y santones de turno, ni de reseñas en prensa. Con lo cual se evitan vetos y censuras de grupos y escuelas, hasta no hace mucho infranqueables.

¿Qué literatos del pasado y actuales consideras que han realizado y realizan una labor valiosa a nivel cívico, y por qué?

En realidad, opino que cualquier persona que escribe realiza una labor valiosa a nivel cívico, abre puertas y ventanas, amplía puntos de vista y enfoque, ofrece otras visiones, y eso, no cabe duda, es beneficioso para la colectividad

Sobre qué te gustaría hablar que no hayamos hablado.

Agradecer una vez más al Rick's Café su labor a favor de la literatura y la libertad de expresión en este país.


Manuel Carmona, Rick's Café.


UFO: Boogie for George.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

EL HORROR (Semilla Negra)


siempre me ha acompañado y siempre ha estado ahí, el horror, siempre presente... porque seguramente, pienso, esta fascinación mía por lo macabro y lo truculento venga, como casi todo, de mi más temprana infancia, aquellos cómics y libros y aquellas películas setenteras que tanto me impresionaban y dejaban indelebles huellas en mí... los cómics: Vampus, Rufus, SOS, Creepy, Dossier Negro, Monsters, Espectro... sólamente por las portadas merecían ya la pena, hipnóticas y tenebrosas, sádicas y perversas, sangrientas y horripilantes... y en su interior aquellas tremendas historias de monstruos y aparecidos, de monjes descarnados y maleficios, de crímenes y venganzas, de conjuras y de exorcismos... los cambiaba (junto a los de superhéroes, otra pasión de la que algún día hablaré), después de leerlos y releerlos y analizar en profundidad sus viñetas, por otros semejantes en el quiosco Campo, cerca de mi casa (por un duro, creo recordar), haciendo así interminables aquellas lecturas... los libros: poco tiempo después, como derivación natural de mi curiosidad e instinto, al ver en qué relatos y autores se basaban las historietas, Allan Poe, H.P.Lovecraft, August Derleth, Robert Blooch, Guy de Maupassant, E.T.A. Hoffmann, Bram Stocker, Mary Shelley, etc... la pasión febril por los Mitos de Cthulhu y los clásicos de terror, por la novela gótica y romántica, y después por el Decadentismo y el Simbolismo, todo iba llegando unido... y las películas: thrillers, giallos, slasher, mad doctors, caníbales, psicópatas, espiritismo, fantaterror, rape movies, ciencia ficción, gore, todo lo que caía en mis manos, extravagancias para todos los gustos, con títulos tan irresistibles y sugerentes como Manchas de sangre en un coche nuevo, La orgía de los muertos, Los monstruos del terror, El ataque de los muertos sin ojos, El poder de la sangre de DráculaA media noche me llevaré tu alma, La muerte camina con tacón alto, El diablo se lleva a los muertos, ¿Quién puede matar a un niño? etc, etc... y también, por supuesto (al hilo de esta película), las Historias para no dormir, de Chicho Ibáñez Serrador, quizás las que más me aterraban, austeras y sombrías como el propio Régimen que agonizaba, terroríficas y espeluznantes... todo lo cual hizo de mí un mitómano empedernido, quimérico y soñador, que se pasaba horas y horas pegado a los libros y a la pantalla del televisor alimentando sus fantasías... y finalmente, como colofón a todo ello, los gritos: los que durante años, según mis padres y mi hermana, daba por las noches en sueños, gritos estremecedores, angustiosas pesadillas de las que nada recordaba al despertar y que ponían a todos en casa los pelos de punta... así que, evidentemente sí, siempre me ha acompañado y siempre ha estado ahí, el horror, siempre presente... y por supuesto que lo sigue estando, que me sigue fascinando, que sigo releyendo a mis viejos maestros del pánico y videando películas de terror olvidadas, setenteras a ser posible (porque son las que mejor retratan mi infancia: el miedo y la caspa de la Dictadura y las sombras y excesos de la Transición: hijos sietemesinos de la democracia), y buscando ese punto de fuga, de éxtasis y de arrebato (que diría Iván Zulueta) que necesito como una droga a diario para evadirme del otro horror, el auténtico y verdadero: esta sociedad podrida y depravada que el hombre ha creado, la traición y la guerra, la hipocresía, la política y el capitalismo...

me quedo

sin duda

con los maestros antiguos


Vicente Muñoz Álvarez

martes, 17 de diciembre de 2013

LOS CROMOS (Arrebato)


al pie de la Casa Botines, justo debajo del ático de mi abuela, intercambiábamos cromos. niños, sobre todo, pero también gente mayor, coleccionistas que buscaban las ansiadas estampas que les faltaban aún en su álbum. El mar, fuente de vida, Hechos y soldados del siglo XX, Hombres, razas y costumbres, Figuras, Batallas históricas (mi favorito), El mundo del arte o El mundo de la pintura son algunas de las colecciones que aún conservo de aquellos días, llaves de plata de mi infancia... era allí (además de en el colegio), los domingos, donde intercambiábamos cromos repetidos: sí, sí, sí, sí, sí, sí... íbamos diciendo mecánicamente frente al mazo (a veces enorme) de otros coleccionistas, hasta dar con alguno de los que nos faltaban... y entonces fijábamos con nuestro interlocutor el precio: uno o varios o incluso docenas de cromos, según su rareza, a cambio del suyo, o hasta dinero en metálico cuando era el último que nos quedaba para completar la colección... oh, aquella felicidad pueril, el conseguir al fin el último cromo, cuánto nos satisfacía y llenaba y con qué meticuloso ritual lo pegábamos al llegar a casa en el álbum... aquella plaza provinciana y tranquila y el quiosco de Santo Domingo donde comprábamos los paquetitos de 3 o 5 o 10 unidades, bajo la casona tenebrosa de mi abuela, a la sombra de la Iglesia de San Marcelo... aquellos domingos de invierno, fríos y soleados, los churros por la mañana, el paseo con mis padres por Papalaguinda, la prensa y los tebeos y la Mirinda y las aceitunas y patatas fritas y las comidas y sobremesas familiares... aquellos inocentes álbumes de cromos en los estertores de la dictadura franquista (vade retro), aquellos lejanos días, la ilusión y la magia, el misterio y la perla, la ignorancia y la fe... pienso en ellos ahora, en aquellos álbumes, aquí están, los he rescatado de la estantería, los tengo en el escritorio... macilentos y arrugados, pero fascinantes y llenos de encanto y recuerdos, cada cromo una visión, una regresión temporal, un torrente de sensaciones... y pienso también, asociando y asociando imágenes, en la maravillosa secuencia de Arrebato, la gran película de Iván Zulueta, donde un Will More en estado de gracia (o puesto hasta el cuello) le enseña a Eusebio Poncela el álbum de cromos de Las minas del Rey Salomón y le pregunta: ¿cuánto tiempo te podías pasar mirando este cromo? ¿y este, te acuerdas? ¿y este otro? Años... siglos... toda una mañana... imposible saberlo... estabas en plena fuga... en éxtasis... colgado en plena pausa... arrebatado... 

así son hoy

cuarenta años después

mis recuerdos


Vicente Muñoz Álvarez

IMAGINA CUÁNTAS PALABRAS


Otra de las antologías en las que colaboro, Imagina cuántas palabras, se presenta mañana en Madrid. 
Si estáis por allí, no dudéis en pasaros.

Para saber  más del proyecto y de cómo adquirir el libro:



lunes, 16 de diciembre de 2013

YO, FÉNIX


es otro

no me conozco
me busco
me pierdo
me alejo de mí
muero a diario
y renazco

de mis cenizas

como fénix hambrientos

huyen los cuervos


Vicente Muñoz Álvarez


EL DESCRÉDITO en PUNTO DE LIBRO


El descrédito: Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand Céline

VV. AA. Selección de Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez

Ediciones Lupercalia


Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez son los antólogos de esta obra que intenta poner en su lugar a unos de los mejores escritores de la primera mitad del siglo XX, Louis-Ferdinand Céline. Un lugar de artista destacado que a menudo se le niega por el declarado antisemitismo del que el autor hizo gala antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial.

Vicente Muñoz Álvarez es poeta, ensayista y narrador que se maneja con soltura tanto en el relato corto como en la novela. Nuestros lectores han podido leer recientemente nuestras reseñas de sus poemarios Canciones de la gran deriva (Ed. Origami, 2012) y Animales perdidos (Ed. Baile del Sol, 2012) y del libro de relatos Marginales (Excodra Editorial, 2013).

Julio César Álvarez, además de psicólogo, es autor de las novelas El tiempo nos va desnudando (Ed. Magnéticas, 2009), Madrugada (Ed. Eutelequia, 2012) y Luz fría (Ed. Origami, 2013). En colaboración con Hugo Alonso elaboró Mientras el mundo cae (Ed. Magnéticas, 2010), donde se radiografía el estado de la cultura joven en León a través de sus 50 nombres más representativos. 

Relación de autores: Miguel Sánchez Ortiz, Mario Crespo, Celia Novis, José Ángel Barrueco, Óscar Esquivias, Bruno Marcos, Pepe Pereza, Isabel García Mellado, Álex Portero, Vanity Dust, Juanjo Ramírez Mascaró, Patxi Irurzun, Juan Carlos Vicente, Velpister, Esteban Gutiérrez Gómez, Pablo Cerezal, Javier Esteban, José M. Alejandro, «Choche», Miguel Baquero, Carlos Salcedo Odklas, Joaquín Piqueras, Adriana Bañares Camacho, Gsús Bonilla, Alfonso Xen Rabanal, Daniel Ruiz García, Enrique Vila-Matas.


Louis Ferdinand Destouches, conocido como Louis-Ferdinand Céline o, simplemente, Céline, asombró y escandalizó con su primera novela, Viaje al fin de la noche, por su falta de sujeción a cualquier norma. En esa novela de tintes autobiográficos su prosa rauda y violenta, su lenguaje absolutamente libre y brutal, grosero e irreverente, conviven con un fondo radicalmente antibelicista. Confirmó su categoría de escritor innovador y de calidad con Muerte a crédito, una obra que reinventa la novela, que crea una nueva estructura, un nuevo ritmo narrativo, y que con su aparente desorden muestra la visión que Céline tenía de la existencia, de la vida y de la muerte. Después vinieron otras obras que no han sido tan celebradas, hasta llegar a las tres que le acabarían hundiendo y que, décadas más tarde, siguen siendo una losa que pesa sobre su memoria: los tres panfletos antisemitas -usamos los términos con los que comúnmente se hace referencia a Bagatelles pour un massacre, L’école des cadavres y Les beaux draps-. Ya en la primera de esas obras Céline firmaba su odio hacia los judíos y su admiración por Hitler. Y poco importa que en el conjunto de esos tres textos también dejase evidencia de su odio contra los rusos, los chinos, los comunistas, los masones y, ya puestos, contra la Humanidad entera. Que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial se mostrase antisemita y que ya en pleno conflicto aceptase abiertamente las tesis del nazismo y la ocupación de Francia, ha tenido un efecto irremediable. Su obra ha quedado eclipsada, oculta bajo su figura odiosa y odiada.

El descrédito es una obra magna y compleja, casi un trabajo de excavación arqueológica. A lo largo de los textos recopilados para este volumen, casi una treintena de voces hacen su aportación y dan su particular y subjetiva visión de este literato que, pese a todo, está considerado como uno de los más grandes de la Francia del siglo XX. Los textos recogidos aquí no pueden ser más variados. Nos permitimos empezar por el final, por el texto que firma Vila-Matas y que cierra el volumen. Los calificativos que dedica a Céline van desde “cerdo repugnante” a ideólogo del Holocausto. Ello no le impide elogiar, en una rapidísima pero completa revisión de su obra, las dos primeras novelas, las únicas que en su opinión tienen gran valor literario. Aunque no deja de admitir los sentimientos encontrados que le produce Fantasía para otra ocasión, se pregunta si, como dijeron en su día otros literatos, Céline fue un hombre de un solo libro -o dos, para ser exactos-. En la misma línea de revisar algunas de sus obras van otros textos de esta antología, como Indigestión al fin de la noche, o La derrota de Bardamu que es quizá el texto que más se más se acerca a los panfletos, precisando las ideas y frases por las que Céline es más odiado.

Algunos de los textos intentan contextualizar la obra de Céline, buscar las razones de su odio universal contra la Humanidad. No para excusarle, ni siquiera para condescender con él, sino únicamente para entender de dónde surgen actitudes y palabras que hoy nos siguen pareciendo tan terribles. Así, varios de los textos hablan de su participación en la Primera Guerra Mundial, donde sufrió importantes daños físicos y donde se incubó su antibelicismo y su desprecio y desconfianza en el hombre. Así ocurre en Y la noche se derramó sobre Céline, que se construye sobre la participación de Céline en una guerra en la que no creía, y en su posterior viaje-huida en hacia África.

Pero la variedad es el elemento clave en El descrédito. Así encontramos verdaderos aunque breves ensayos, como No hay tregua para los malditos donde se hacen patentes las contradicciones de Céline, o textos que parten de una anécdota, como La entrega del testigo, centrada en una visita que los escritores William Burroughs y Allen Ginsberg hacen a Céline, y que sirve de excusa para hablar de intertextualidad y de las curiosas y, a veces, extrañas conexiones entre diferentes autores. Incluso nos encontramos con un texto que recrea las últimas horas de vida de Céline, Tres rosas podridas, que aprovecha ese momento final de la existencia del autor para rescatar pequeños retazos, frases clave de su obra, en una selección mínima pero impresionante por lo representativa que consigue ser.

Y también encontramos textos que, en su forma, son verdaderos relatos que podrían aparecer en antologías muy diferentes a la obra que nos ocupa, pero que tienen siempre una importante conexión con el autor maldito. Algunos consiguen maravillar al lector, como Charles Chaplin Céline, donde a través de una comparativa con el personaje de Charlot se dan pistas sobre la visión de Céline del mundo, un mundo en el que la masa -la Humanidad- atropella al individuo. O como El mejor de los mundos, un cuento magnífico donde la grandeza con que está creado el personaje protagonista, un médico cooperante en África, hace que se queden pequeñas las poco más de diez páginas que ocupa el relato. El espacio al que tenemos que ceñirnos hace imposible mencionarlos todos, pero cuentos como Al norte del dolor, un relato desnudo, árido y doloroso, en el que Céline se mezcla por casualidad o por destino con la trama, o De regreso a la noche, donde se da al autor la oportunidad de vivir una segunda vida, son solo dos ejemplos de una magnífica literatura.

El descrédito no huye de la polémica en torno a la figura de Céline. Más bien todo lo contrario. Ahí está el texto de Alfonso Xen Rabanal -quizá el más celiniano de todos los autores que han colaborado en esta compilación- escupiéndonos en plena cara todo lo que le provoca asco de esta Humanidad a la que, después de leer el texto, uno casi entiende que Céline llegase a odiar. O el de Joaquín Piqueras, en el que a través de una conversación con formato de chat escuchamos a varios personajes discutir sobre las posibles causas del antisemitismo de Céline. O el de Álex Portero, que da las claves más claras para entender las razones de que Céline esté en el ostracismo y de que, a pesar de ello, su obra siga fascinando a no pocos lectores.

El denominador común de todos estos textos es que en ningún caso se intenta crear una dualidad entre escritor y persona. No hay un Céline autor y un Destouches hombre; no hay un literato magnífico y una persona despreciable. No valen frases que intenten convencernos de que una cosa es la persona y otra su obra. La obra es la consecuencia del autor, forma parte de él. Será cuestión de cada lector decidir si Céline fue un ingenuo, un hombre terriblemente equivocado, un provocador, o un monstruo. Pero en cualquier caso deberá admitir que incluso un monstruo puede crear obras literarias de la máxima relevancia. Eso es lo que El descrédito ayuda a entender y a valorar. 

El lector mínimamente curioso que no conozca la obra de Céline querrá, tras la lectura de El descrédito, lanzarse a conseguir y leer sus obras. Algunas de ellas pueden encontrarse con relativa facilidad. Existen ediciones de bolsillo de Viaje al fin de la noche, Muerte a crédito o Fantasía para otra ocasión que se pueden obtener en librerías sin demasiados problemas. Algunas de ellas, incluso, están disponibles en formato electrónico. Otra cosa es encontrar los panfletos antisemitas. Sus traducciones al castellano son virtualmente inexistentes, y sus reediciones escasísimas desde la Segunda Guerra Mundial. Para el lector curioso -y versado en la lengua francesa-, la opción es conseguir alguno de los raros y caros ejemplares de segunda mano editados en francés. Por fortuna, leer El descrédito, es una magnífica manera de hacer un primer acercamiento a esas obras y también a la vida de este autor maldito.

Publicado en el nº 32 de la revista Punto de libro




CONDE DE LAUTRÉAMONT

domingo, 15 de diciembre de 2013

EL CHACAL DE NAHUELTORO


Si algo saqué en claro de haber estudiado Derecho y nunca olvido, es la finalidad del confinamiento de un delincuente y de la privación de libertad en nuestro sistema penitenciario: la reinserción social del individuo. No el castigo ni la represalia, sino la reinserción, el volver a integrarle en la colectividad. Hacia ese fin (frente a lo que sucede en los sistemas que defienden la pena capital) debe estar orientada su condena. 

Sobre esta premisa gira esta magnífica película chilena, El Chacal de Nahueltoro (1969), crudísima y descorazonadora, que a modo de documental narra las andanzas y crímenes de un campesino analfabeto (impresionante Nelson Villagra), paria de la sociedad , su captura y reeducación en la cárcel, y su posterior fusilamiento.

¿Qué sentido tiene - se plantea Miguel Littin, el director -, reeducar a un delincuente, hacerle comprender la gravedad de su delito y la necesidad de arrepentimiento y de cambio, si posteriormente se le va a ajusticiar?

Con un estilo descarnado y sobrio (que recuerda al Buñuel de Los Olvidados o Las Hurdes, tierra sin pan) y una estupenda fotografía en blanco y negro, su película es un rotundo alegato contra la pena de muerte, al tiempo que un cuadro de costumbres de la sociedad chilena de aquel tiempo, que deja un regusto amargo en los labios y se clava como una daga envenenada en el corazón.

Realismo social puro y duro, objetivo y estremecedor, que os hará replantearos muchas cosas.

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El Chacal de Nahueltoro (completa) in You Tube: