lunes, 24 de febrero de 2014

FRENESÍ GÓTICO (Y los maestros antiguos)


también por aquella época, a mediados de los 80, con diecisiete o dieciocho años, deslumbrado por H.P.Lovecraft y Los Mitos de Cthulhu, comencé a escribir mis primeros relatos... me veo ahora bajo el flexo de mi escritorio pluma en mano intentando trasladar mis ensoñaciones y quimeras al papel, desesperándome por encontrar la palabra justa y el ritmo adecuado, enfrentándome a mis primeros retos y esforzándome en emular torpemente a los maestros antiguos... todo lo cual daba como resultado una prosa barroca y retorcida, anacrónica a más no poder, truculenta, romántica y gótica, cargada de adjetivos y por completo desfasada, pero que a mí me parecía en aquellos días visionaria y tremenda... lógico, por supuesto, teniendo en cuenta mis lecturas de entonces: además de Lovecraft y su círculo, Edgar Allan Poe (sobre todo Ligeia y La caída de la Casa Usher, dos relatos que siempre me han fascinado), Guy de Maupassant, Nathaniel Hawthorne, E.T.A. Hoffman (y sus Elixires del Diablo), J.K.Huysmans (y la subversiva Al Revés), Gabriele D'Annunzio (en especial El Placer), Herman Melville, Robert Louis Stevenson, Lautréamnot (y sus Cantos de Maldoror), Baudelaire, Emily Bronte, Jean Potocki (y su Manuscrito encontrado en Zaragoza), Oscar Wilde (inolvidable Dorian Gray) y la trinidad gótica por excelencia: Horace Walpole, con su Castillo de Otranto, Matthew Gregory Lewis, con El Monje, y Charles Maturin, con Melmoth el Errabundo... lecturas todas, por supuesto, magníficas y necesarias, pero quizás no las más adecuadas para escoger como modelo de iniciación a la escritura a finales del siglo XX... no importaba, era lo mismo, lo cierto es que yo comenzaba a sentir cada vez más arraigado el impulso de expresarme por escrito y trasladar mis fantasías al papel, y me aplicaba en aprender los rudimentos básicos del oficio, cómo construir una historia, cómo perfilar los personajes, cómo montar los diálogos, cómo describir los paisajes, cómo desarrollar la trama y ponerla fin, utilizando manuales de estilo, apuntándome a talleres literarios por correo (postal) y leyendo frenéticamente, todo por la causa, lograr algún día escribir como aquellos maestros que tanto admiraba (sin sospechar que, muchos años después, una vez leído y asimilado todo aquello y bastante más, lo iba a desmontar de nuevo todo dentro de mi cabeza y a construir del caos resultante mi propia poética)... de aquel entonces, entre los dieciocho y los veintipico, en pleno frenesí gótico, datan mis primeros relatos, que conservo como oro en paño en viejas carpetas: MirellaLas siete puertas del infiernoLa transmutaciónEl hombre al que amaban las montañasDespertar de OtoñoLa casa del olvidoLa danza de las Xanas, La dicha en el crimen, etc, etc... sólo por los títulos podéis ya imaginaros de qué iba la cosa y poneros, sí, en lo peor: una prosa recargada y obsoleta, farragosa y absolutamente infumable... pero allí en cualquier caso estaba yo, aprendiz de poeta, emborronando y rompiendo como un poseso cuartillas, entregándome al oficio como a un ritual y dándolo todo para lograr llegar a ser algún día un verdadero escritor...


Vicente Muñoz Álvarez

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