A caballo entre el giallo y el cine de autor, el thriller psicológico y el arte y ensayo, Amor y muerte en el jardín (Amore e morte nel giardino degli dei, 1972), de Sauro Sacavollini, es, ante todo, un prodigio de narración no lineal (tomad nota, hermanos escritores) y secuencias magistralmente imbricadas, que propone un inquietante descenso al lado oscuro del corazón.
A diferencia de la mayoría de muestras del género, más preocupadas por el efectismo y la ambientación que por el propio argumento, Amor y muerte en el jardín apuesta por un guion complejo y perfectamente hilvanado, donde tres tiempos e historias aparentemente inconexas van poco a poco interrelacionándose, hasta terminar confluyendo en un sorprendente y clarificador final.
Todo ello rodado con una elegancia muy superior a la media, una fotografía deslumbrante y una estética refinada y decadente (en la línea de El placer, de D'Annunzio, o El jardín de los Finzi-Contini, de Giorgio Bassani, dos novelas que me venían una y otra vez a la cabeza al videar la película) que nos remite al mejor cine de autor de la época.
Un film morboso y desconcertante, truculento y perverso, donde el sadomasoquismo, el incesto y el crimen van de la mano, que no dejará, para bien o para mal (es lenta y espesa a rabiar, os aviso), indiferente a nadie.
Aunque, eso sí, no esperéis lo habitual de los giallos al uso: lo que Scavollini plantea es, sin duda alguna, más arriesgado.
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