martes, 11 de marzo de 2014

TEDIO INFINITO (Una temporada en el infierno)


otro de los recuerdos imborrables de los P.P.Agustinos: la lluvia repiqueteando en las ventanas de las aulas durante aquellas interminables jornadas de clase... horas que se estiraban como chicles, pereza aplastante, rutina insufrible, aburrimiento absoluto... y aquella lluvia racheada y oblicua estrangulándote el corazón... mal ya las mañanas, a las ocho en punto en la parada del autobús (de la Avenida de Roma) muerto de sueño, frío cortante leonés y noche cerrada en la tierra, Guzmán desolado, las calles vacías, los bloques espectrales de hormigón en la niebla, las sirenas de las fábricas (aún las escucho), los obreros con bocadillos envueltos en papel de periódico caminando como autómatas hacia el matadero, las churrerías aceitosas (y su fauna madrugadora de bebedores de orujo y mistela), y al llegar al colegio aquellas alienantes colas en fila india para subir a las aulas y los curas enfundados en sus siniestras sotanas esperándonos... tremendas mañanas lluviosas en los P.P.Agustinos de los años 70, de nueve a once y de once y media a una y media del mediodía, con un intervalo de media hora para el recreo, pero mucho peor aún por las tardes, después de comer apresuradamente y hacer los deberes, de nuevo en autobús de vuelta a clase, otras tres horas de condena, cárcel y tortura, suplicio y martirio, que terminaban lobotomizándote y cortándote la respiración... y la lluvia de aquellos días, metáfora del tedio infinito, repiqueteando en las ventanas de las aulas (y de mi memoria), monótona e hipnótica y persistente, aquellos claustrofóbicos atardeceres, aquella sensación de desidia y deber incumplido y aquel aprendizaje del remordimiento y el miedo...

no muy distinto

me imagino

el infierno


Vicente Muñoz Álvarez

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