lunes, 17 de marzo de 2014

MONOS MARINOS (Fascinación)


siempre quimérico y soñador, me fascinaron también de niño, mediados los años 70, los llamados Monos Marinos (o Sea Monkeys en inglés), aquel milagro en forma de polvo cristalino, al que llamaban plasma viviente (en realidad, como supe mucho después, huevos de artemia salina), que al contacto con el agua eclosionaba en minúsculos animalillos llenos de extremidades y aletas (muy semejantes a la Anímula que describe Fiz-James O'Brien en La lente del diamante), que durante algunas semanas, hasta desaparecer sin dejar rastro, nadaban grácilmente en las aguas de un pequeño acuario con ventanitas de aumento que adjuntaban con el kit... y allí estaba yo, hacia los nueve o diez años, calculo, frente a aquellas lentes de observación, arrebatado por los Monos Marinos (y las tortugas y peces y tritones y salamandras que tenía en otros acuarios), fascinado por sus cabriolas, cómo gravitaban en el agua, sus tonos irisados, sus pequeños ojillos negros y sus apéndices y largas colas transparentes y aspecto alienígena, controlándoles embelesado durante horas, intentando identificarles y distinguirles, poniéndoles a todos nombre y preguntándome qué pensarían, cómo se sentirían, si tendrían alma y conciencia y si podrían ellos también verme a mí a través de aquellas lentes de aumento, mis ojos (para ellos gigantescos) siguiendo atentamente sus piruetas en el acuario... los Monos Marinos, aquella cándida realidad aparte, aquel maravilloso universo paralelo por el que tanto navegué de niño con la imaginación... 

quién pudiera
recobrar
aquella mirada


Vicente Muñoz Álvarez

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