Una de mis películas favoritas de Mario Bava (junto a Operazione Paura), El cuerpo y el látigo (La frusta e il corpo, 1963) es una oscurísima y delirante extravagancia gótica, quizás la película gótica por excelencia, que condensa a la perfección el ideario del romanticismo: pasiones desenfrenadas, vicios prohibidos, atracción por el mal, castillos siniestros, puertas chirriantes, pasadizos ocultos, amor más allá de la muerte, venganzas de ultratumba, sadomasoquismo, necrofilia, etc, etc.
Con un joven Christopher Lee y una deslumbrante Daliah Lavi, una atmósfera asfixiante, una banda sonora envolvente y una escenografía e iluminación (especialidad de la casa) para quitarse el sombrero, el maestro Bava construye este impresionante homenaje a la literatura gótica, elegante y expresionista, macabro y atemporal, que para mí figura entre los mejores exponentes del género.
Si os gustan Charles Maturin, Edgar Allan Poe (y las adaptaciones cinematográficas que Roger Corman hizo de sus relatos), Lautréamont o Emily Brontë y su legado de cumbres borrascosas, esta es, sin duda, vuestra película.
Obra Maestra con mayúsculas.
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