madre mía, vaya paliza, me están tumbando los días de ruta, me están dejando baldao, cada visita y cliente una odisea, cada jornada una aventura, cómo pesan las maletas, el viento, la niebla, la lluvia, menos mal que me queda la poesía, el único lugar donde acudir cuando a tu alrededor todo está ardiendo (escribí, ya no recuerdo cuándo, hace tiempo, desde otra piel), qué haría yo sin ella, me pregunto, cómo me sanaría, llegar a casa y vaciarme frente a la pantalla en blanco del ordenador prendiendo mi mecha es mi terapia, cuéntalo, expúlsalo, me digo, cómo quema babilonia, cómo me escuece la máscara, explotan ya los zapatos dentro de mí, jornadas de quince y más horas, de sol a sol, conduciendo por esas carreteras solitarias del mundo y aparcando la furgoneta en ciudades y pueblos decadentes y pujando maletas, cada maleta 20 kilos, y son 25 maletas, cada parada un desafío, y los menús baratos, la fauna de los restaurantes de carretera, los libros en la sobremesa de mis amigos (en la guantera esta vez: 26, de José G. Cordonié, y Ardimiento, de Baco, ambos como anillo al dedo para la ocasión, el primero para evadirme, el segundo para encontrarme), sácalo, me digo, aunque no te lleve a nada, aunque no consigas (apenas) vomítalo... así te encontrarás mejor, mucho mejor...
en ello
sigo
sigo
Vicente Muñoz Álvarez
sácalo, vacíate, aunque no te lleve a nada, vomítalo... así te encontrarás mejor, mucho mejor...
ResponderEliminarBro, adelante con la cabeza muy alta, para reconocerte, abrazotes