domingo, 28 de junio de 2015

EL DEMONIO



Para mí, sin duda (y pese a ser prácticamente desconocida por la mayoría), una de las mejores películas sobre posesiones de la historia del cine.

Dirigida por Brunello Rondi en 1963, y con la gran Daliah Lavi como protagonista, El demonio (Il demonio) es un film impactante y sobrecogedor, me atrevería a decir que casi prodigioso, que combina a la perfección lo folclórico con lo fantástico, lo ancestral con lo sobrenatural, y mantiene en vilo al espectador con la ambigüedad de la trama desde el primer hasta el último minuto de su metraje.

Rodada a modo de documental (muy al estilo de Las Hurdes: tierra sin pan, de Buñuel) en la región de Lucania (en el espectacular pueblo de Matera en concreto), y siguiendo en parte la estética del neorrealismo italiano de las dos décadas anteriores, El demonio nos sumerge de lleno en el mundo de las tradiciones y los ritos paganos de la Italia profunda, en sus cultos y ceremonias, donde magia y religión conviven en inquietante armonía.

Todo en esta película, su desconcertante guion, su nítida fotografía, la banda sonora,  la puesta en escena, los paisajes y actores (muchos de ellos habitantes reales del pueblo) y el sincretismo de los rituales, encaja como un guante, sin sensacionalismos ni estridencias, dando como resultado una sobria obra maestra.

Aunque si por algo este filme merece ser recordado y reivindicado hoy en día, es por la apabullante interpretación de Daliah Lavi (fantástica ya en otra perla del género: El cuerpo y el látigo), desquiciada y tremenda, que pone los pelos de punta.

William Friedkin debió empaparse muy bien de esta película antes de rodar El Exorcista, hasta el punto de calcar una de sus secuencias más recordadas: os toca (no os costará mucho) descubrir cuál...

De culto por méritos propios e imprescindible en cualquier videoteca.

Vicente Muñoz Álvarez,
de Películas que erizan piel
(Canalla Ediciones, 2019).



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