viernes, 24 de enero de 2014

LOST IN SOPEÑA (Pura Vida)


una deuda pendiente de hace mucho tiempo saldada, haciendo cuentas hoy, así a lo tonto, casi quince años que no nos veíamos en nuestra salsa, la montaña, cuatro encuentros fortuitos aquí y allá en todo ese tiempo, pero los mismos buenos latidos, Carlos, mi colega de Grulleros, el que me descubrió al otro Carlos, a Castaneda, una de las pocas personas a las que puedo escuchar sin apenas hablar durante horas y de la que siempre aprendo, perdido y desnortado siempre, pero sabio e intenso siempre también, y vuelta a las regresiones, cómo coño pueden haber pasado quince años, es casi como si fuera ayer, y venga monte para arriba, líquenes, robledales, encinares, suertes, historias de motosierras, de salmones y osos, de viajes al Yukon y al Mackenzie, a Mauritania, a Marruecos, a Costa Rica (Pura Vida), a Venezuela, a Argentina, descensos en canoas por ríos olvidados y desafíos de todo género y tipo, uno de los escasos hombres a los que realmente admiro de este planeta, ahora más o menos tranquilo con su chica, enseñándome la casa que se está construyendo en Sopeña (y yo, que tras observar su estructura, amplias ventanas con vigas de madera cruzadas, todo vigas y cristal, le digo, ¿tipo Bariloche, no?, y él que sonríe y dice que sí, y la complicidad inmediata), y luego, después de rajar sin parar durante horas por ese sendero monte arriba bajo las peñas nevadas (Correcilla, Peña Galicia y Peña Valdorria), comida casera estupenda en una pequeña casa rural, garbanzos con bacalao, ternera guisada y vino tinto junto a la estufa de madera, y Wendy esperándonos fuera y más confidencias de vuelta a Sopeña, otro rato caminando por veredas de bosques antiguos, más regresiones, más recuerdos, ah, los viejos tiempos, los perros que conocimos, Piri, Mona (la madre de Wendy), Paco, Felipe, tantas personas e historias que quedaron atrás, y la deriva, claro, la de ambos, siempre presente, y las cicatrices y traumas y estigmas y los buenos y malos tragos, pero sobre todo los desafíos, el suyo y el mío, la naturaleza extrema y la literatura, ambos remando contracorriente estos tres lustros buscando a ciegas nuestro destino... 

sabía 
que me sentaría bien 
el paseo
hermanito


Vicente Muñoz Álvarez

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