la soledad
de todas las personas
que están solas
por supuesto
pero también
la de las parejas que en silencio
observan tras la ventana llover
la de los padres de familia en paro
pensando en cómo llegar a fin de mes
la de los colegas puestos de farlopa
hasta la cejas cualquier sábado al amanecer
la de los que buscan compañía
por las redes y en internet
la de los amantes que intuyen
por primera vez que su amor
se puede romper
la soledad de los partidos de fútbol
de los parques al mediodía
de los gimnasios de las peluquerías
de los cines de los supermercados
de los bulevares y de los cafés
la soledad de los sacerdotes
de los funcionarios de los alcohólicos
de los políticos de los matemáticos
de los yoguis de los economistas
de los poetas de los ascetas
de los santos de los asesinos
de los drogadictos de los médicos
de los enfermos de los enfermeros
de los entrenadores de los fisios
de los abuelos de los padres
de los hijos de los nietos
de los locos de los cuerdos
de los ricos de los pobres
de los tontos de los genios
de los jubilados de las prostitutas
de los gurús y de los iluminados
la soledad de estar vivo
entre millones de personas
que sienten que están solas
y buscan desesperadamente
alguien o algo
que dé sentido a todo
sin encontrarlo
antes del anochecer
Vicente Muñoz Álvarez