miércoles, 15 de julio de 2015

EL HERMAFRODITA




Le vi por vez primera en el interior de un carromato. Junto a otros de su especie exhibía impúdicamente su vergüenza procurándose el sustento. Se decía que algunas parturientas modelaban desde su propio seno sus horrores para venderlos al nacer. Niños bicéfalos y acéfalos, gemelos unidos por la frente, potros con cabeza humana, seres medio hombre medio puerco, mujeres con cinco manos, con serpientes en la espalda, con apéndices vivientes y pezuñas de cordero, se unían en un gremio malsano para explotar dolosamente su desgracia.

Él, en cambio, era un hermafrodita enigmático y hermoso. Condensaba en su ser todo lo sublime, el misterio original del Demiurgo y la Creación. Y aunque a todos parecía repugnar, ejercía sobre mí un magnetismo inconciliable. Durante algunas semanas fui a verle todas las mañanas en aquel sórdido museo, agasajándole y mostrándole mi admiración. Después él también se enamoró y huyó conmigo de aquel antro fantasmal. Así comenzó una comunión perfecta cuya miel nos deleitó durante meses. Hasta la noche en que, consumido por los celos, terminé con su existencia ambigua al sorprenderle yaciendo consigo mismo en una contorsión repulsivamente obscena.


Vicente Muñoz Álvarez,  de Marginales (Excodra Editorial, 2015)



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