sábado, 7 de mayo de 2011

EL INCINERADOR DE CADÁVERES

Qué maravilla de película, pedazo de obra maestra, intensa y vanguardista y absolutamente moderna es El incinerador de cadáveres (1968), del director checo Juraj Herz, que a estas alturas aún no conocía... Por joyas así, indudablemente, se ha llamado al cine el Séptimo Arte.

Adaptando a la pantalla grande una novela de Ladislav Fuks (con la que intentaré hacerme lo antes posible), Juraj Herz factura un film inclasificable y sugerente, hipnótico y desasosegante, que engancha al espectador desde los mismos créditos de apertura y despliega frente a él un impresionante arsenal de recursos bellísimos, ojos de pez distorsionando los planos, increíbles transiciones de escenas, interpretaciones grandiosas, una fotografía espectacular y un guión milimetrado y redondo, morboso y aterrador, dulcificado con guiños humorísticos y una banda sonora de ensueño...

Una historia de deshumanización y desintegración moral ambientada en la Checoslovaquia anterior a la Segunda Guerra Mundial, con el régimen nazi como telón de fondo, que sorprende por su modernidad y frescura, deslumbra por sus diálagos y llena la retina de secuencias e imágenes que nunca se olvidan.

Ecos de Kafka y Alfred Kubin, del expresionismo alemán y Buñuel, de Brecht y Samuel Beckett, del budismo tibetano y el Libro de los muertos, de Wagner y Strauss, añaden intensidad y lirismo a esta alucinada y visionaria película que bajo ningún concepto deberíais perderos.

De lo mejor que videado en mucho tiempo y mi recomendación estelar para este finde primaveral en la Tierra.

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