lunes, 4 de mayo de 2009

MALCOLM LOWRY: El fuego del volcán y la tequila.


A veces me veo como un gran explorador que ha descubierto un país extraordinario del que jamás podrá regresar para darlo a conocer al mundo.
Porque el nombre de esta tierra es infierno.

Malcolm Lowry


La mejor escuela del escritor es, sin duda alguna, su experiencia. 
Concebidos por obreros, por tenderos o arquitectos, en países prósperos o carenciales, nuestra vida se perfila según las circunstancias, correlativamente a nuestro entorno. Igual que la genésis del arte: siempre teñida por algún reflejo.

Hablar de Malcolm Lowry exige reseñar por ello sus dos grandes pasiones, el obsesivo marcapasos de su vida y de su obra: su afición viajera y su alcoholismo.

La primera le llevó de Inglaterra a México, pasando por París, Extremo Oriente, España, Estados Unidos y Canadá. La segunda le condujo prematuramente hacia su muerte.

Lowry nació en Cheshire (Gran Bretaña) el 28 de julio de 1909, hijo de un comerciante adinerado de algodón. Aunque a diferencia de sus cuatro hermanos, demostró pronto su carácter disidente e inconformista, embarcando con sólo dieciocho años rumbo a China. Como Melville, Conrad o Kerouac, por citar algún ejemplo.

Durante el tiempo que dura esta travesía, el joven Malcolm toma nota de sus experiencias, que plasma al regreso en Ultramarina, novela quizás algo inmadura, pero que desata su espíritu creador y augura ya muchas de sus próximas líneas temáticas.

Las cosas no debieron resultarle fáciles durante aquel período, si atendemos al tenor biográfico del libro: el despertar al mundo de un muchacho y su empeño en demostrar su hombría, el ambiente sórdido en los puertos, la ominosa soledad del mar... En cualquier caso, ese viaje iniciará a Lowry en la bebida, hábito que marcará ya para siempre su destino y será una constante invariable en sus novelas.

De vuelta a Inglaterra se licencia en Cambridge y embarca de nuevo rumbo al Mar del Norte, pasando algunas temporadas en España y París.

Así hasta que en 1936 se afinca con su esposa en México y empieza a redactar Bajo el volcán.

Es la época del mezcal y del tequila. Y la de su mayor creatividad literaria.

En los años sucesivos Lowry reelabora varias veces la novela con la intención de retratar fielmente el perfil psicológico de un borracho, su melopea triste, su lucha interior y su fracaso. Véase, su propia historia.

Bajo el volcán se desarrolla en un México de ensueño, de escapismo y última esperanza. El propio Lowry afirmaba al respecto: Quizá lo más honesto sea confesar que la idea cara a mi corazón fue la de hacer, en su género, una especie de obra de pionero y escribir la auténtica historia de un borracho.

¿Novela absurda, vanguardista, existencial? Cada cual puede interpretarla a su manera, ya que, desde luego, abunda en claves y guiños al lector: Quise hacer música hot, un poema, una canción, una tragedia, una farsa y así sucesivamente, afirma Lowry en una carta a su editor.

Yvonne y Cónsul. Y el mezcal y la tequila.
Depresionismo etílico. Y el mezcal y la tequila.

Desamor y muerte. Y el mezcal y la tequila.

Así es Bajo el volcán: doce horas de agonía en la vida de un borracho: apología, condena y metáfora de la autodestrucción.

La novela, rechazada (cómo no) por varios editores, cae finalmente en manos de Jonathan Cape, que antes de publicarla aconseja a Lowry modificar su estructura y reducir ostensiblemente su extensión. Sugerencia que éste rechaza de pleno en una carta de casi 20.000 palabras, donde le explica a su editor la premeditación de todos sus capítulos, de cada pincelada y digresión en relación a su exégesis final.

Bajo el volcán, en cualquier caso, no es publicada en su versión íntegra hasta 1947, momento a partir del cual Lowry se sume en un período de salvajes borracheras, es abandonado por su esposa, vuelve a casarse, intenta redimirse en Canadá y regresa nuevamente a México para seguir bebiendo y escribir su segunda gran novela: Oscuro como la tumba de donde yace mi amigo, una fantasmagoría etílica que bien pudiera considerarse una segunda entrega de Bajo el volcán, pues su argumento y estructura es recurrente: la introspección, el desaliento, el desamor y la impotencia de un hombre inadaptado en su vertiginoso descenso al infierno.

En lo sucesivo, Lowry escribe en sus intervalos de lucidez algunas otras obras que no llega a publicar en vida: Lunar Caustic, Ferry de Octubre a Gabriola y el volumen de relatos Escúchanos, Señor, desde tu morada.

Aunque ya no le quedaba mucho tiempo. En 1954 regresa a Inglaterra muy deteriorado y muere de mala manera en la que habría de ser su última y definitiva borrachera.

Todo un escritor maldito, vamos.

Desde entonces la fama de Bajo el volcán no ha dejado de crecer discretamente, traducida a varios idiomas, adaptada al cine por el gran John Huston y considerada por la crítica una de las novelas clave del pasado siglo.

Todo ello para que su autor se vea hoy relegado casi olvido y sus libros, salvo Bajo el volcán (y con suerte), sean prácticamente inencontrables.

Libro que no vende, libro que no renta, afirman las editoriales. Y nos bombardean con best seller.

Porque leer a Malcolm Lowry requiere participar de algún modo en su experiencia, desvelar sus claves y ahondar en sus motivaciones: algo que, obviamente, no puede exigírsele a la mayoría de los lectores de este acelerado y prosaico nuevo milenio...


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