No muchos habréis videado esta rareza del cine español de los años 80 y, os lo aseguro, merece la pena rescatarla del olvido.
Porque Héctor, el estigma del miedo (1984), de Carlos Pérez Ferré, representa como pocas el espíritu mísero y sórdido de nuestra España profunda, y es de ese tipo de películas que, por lo traumático, nunca se olvidan.
La había visto en su estreno, hará unos treinta años, y fue tal la impresión que me produjo, que desde entonces la había estado intentando sin éxito encontrar, hasta que por fin he vuelto a dar con ella.
Le viene a uno a la cabeza una y otra vez al verla, salvando las distancias, Furtivos (1974), de José Luis Borau, no sólo por compartir ambas protagonista, el malogrado Ovidi Montllor, sino por estar las dos ambientadas en un entorno rural asfixiante e inhóspito, por la crítica social encubierta que ambas encierran y por lo trágico y truculento de la trama (que en este caso incluye parricidio y zoofilia, entre otras delicatessen).
Aunque Héctor, el estigma del miedo (y esto es lo que la diferencia y singulariza) se distancia de su predecesora en un inquietante giro argumental que la deriva hacia lo terrorífico, convirtiéndola en un film (atípico y extraño) de género.
Magnífica, como en Furtivos, la interpretación de Ovidi Montllor y la estremecedora canción con que arrancan los créditos (de su propia autoría, con Toti Soler a la guitarra), desolador el mundo caciquil y rural que retrata, y aterradora la última parte del metraje y su desenlace, que se clava como una daga envenenada en el corazón.
No os la perdáis.
Vicente Muñoz Álvarez
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