Adaptación de la turbadora novela de Charles R. Jackson a la pantalla grande, Días sin huella (The lost weekend, 1945), del polifacético Billy Wilder, es uno de los mejores (si no el mejor) y más despiadados retratos del alcoholismo de la historia del cine.
Un magnífico Ray Milland (actor fetiche del maestro Roger Corman) dando vida a un escritor dipsómano e inadaptado, una ciudad de pesadilla (etílica), una fotografía magistral y un guión milimetrado y redondo, hacen de esta oscarizada película una pieza de coleccionista que, por su vigencia, apenas se ha visto afectada por el paso del tiempo.
Las escenas del delirium tremens de Milland en el hospital siguen impactando y descolocando las vísceras, y el retrato psicológico y emotivo de la vida del alcohólico que Wilder esboza en el film no puede ser más ominoso y aterrador.
Aunque quizás, de cara a cualquier creador, lo más desasosegante que Días sin huella plantea es el bloqueo intelectual que debido al alcoholismo sufre el protagonista, la incapacidad de continuar su obra y la imposibilidad de integrarse en el mundo que le rodea.
Una obra maestra del cine negro de los cuarenta, imprescindible en este top 100 de pelis bizarras.
Vicente Muñoz Álvarez, de Cult Movies: Películas para llevarse al infierno (Eutelequia, 2011. LCLlibros.com, 2013).
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