viernes, 27 de enero de 2012

EL CENTAURO


Escuchamos en la lejanía un rumor sordo y creciente, el trueno de una doble tempestad, y en el horizonte una nube de polvo hinchada precedió la llegada de los invasores de allende. Cayeron sobre nosotros como el viento, sembrando en nuestras filas el terror con largos cuchillos refulgentes y báculos de fuego que herían desde la distancia. Pero, aún más que sus ingenios, asombraba la anatomía de sus cuerpos, fusión de bestia y hombre en un sólo perfil. Su aspecto era fiero y espantoso: lo que parecía ser un hombre demediado, se enfundaba en una carcasa cegadora sobre la que rebotaban nuestras lanzas. Su cara apenas era discernible, oculta tras una profusa mata de pelo desgreñado. El término de su espalda se fundía con la grupa de la bestia, de enorme vientre y ojos destellantes. Era ágil y fuerte y varias veces la vimos saltar sobre nuestras cabezas impulsada por sus patas traseras. Aturdidos por su magia y conscientes de su poder, nos postramos frente a ellos sin ofrecer apenas resistencia, prestos a idolatrarles como a dioses. Y entonces sucedió el mayor de los prodigios: uno de ellos se acercó hasta nuestro grupo y ante nuestra mirada se escindió en dos partes sin esfuerzo, quedando bestia y hombre separados y aumentando así nuestro pavor.


Su voz era ronca y cavernosa. Su nombre, Hernán Cortés.


Vicente Muñoz Álvarez, de Marginales (Eje Ediciones, 2008).

Ilustraciones by Mik Baro.
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1 comentario:

  1. Qué buenísimo es este libro, lo primero que leí tuyo...de camino a Salamanca, atenta a cada coma, dos horas y media on the road contigo.

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