sábado, 29 de octubre de 2016

GAS según PABLO MALMIERCA



LA NEGATIVIDAD POSITIVA

Reseña de GAS, Vicente Muñoz Álvarez. Ediciones Lupercalia, 2016.

Escribir sobre veinte años de carrera reducidos a 271 páginas se traduce en una labor difícil, tan difícil como la del antólogo, en este caso el propio autor. Sin embargo, quién mejor que uno mismo para resumir cinco poemarios publicados y dos inéditos que su mano creadora.

Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos y Días de ruta, marcan el camino poético de uno de los grandes poetas subterráneos de las últimas décadas. Vicente Muñoz Álvarez ha conseguido crear una línea narrativa que convierte a GAS, no en una mera selección de textos, más bien podemos hablar de un título diferente en su trayectoria literaria. GAS ofrece su propia visión de las cosas, se lee como un texto unitario, donde el autor muestra su evolución personal y poética. Pues eso es la poesía de Vicente Muñoz Álvarez: una visión introspectiva del mundo que le rodea, que conforme avanza en el libro se va depurando en lo personal y lo formal.

Para quienes no conozcan con anterioridad su obra, GAS despliega una línea cronológica y narrativa, desde el punto de vista existencial, muy clara. Vicente nos guía por su rico y dicotómico mundo, como el lazarillo que acompaña al ciego, en un paseo literario por su poesía tan rico como sugerente, donde la premisa “escribir es quemarse vivo” nos acompaña hasta el final.

Canciones de la gran deriva (1999-2012) es el retrato de un momento, de un lugar, de una persona, predomina la poesía de carácter narrativo y el análisis social. Antes calificaba la poesía de Vicente Muñoz de dicotómica, el mundo, la sociedad analizada es a la vez interior y exterior, introspección y extroversión a partes iguales. Estos dos mundos, este microcosmos y a la vez macrocosmos personal se dan la mano en el poema central “En el puerto”.

Estamos ante una voz poética dominada por la náusea de existir, que encuentra la belleza en lugares donde otros poetas nunca la buscarían, en un fotograma de Nekromantic 2, film necrófilo donde los haya.

Esta voz tiende hacia la sencillez formal, voz despojada que calificaría de metafísica en muchos momentos.

Articulados los distintos libros como parte de un todo, Canciones aparece marcado por el paso del tiempo y el peso que el presente y el pasado pueden tener sobre el futuro, cómo las opciones vitales no pueden llenar el vacío existencial del poeta.

En línea con esta obsesión por el tiempo o la memoria como losas absolutas del presente se abre la segunda parte de GAS, que corresponde al poemario Privado. Se nos invita recogiendo el viejo tópico del Carpe Diem a vivir el presente desde la pluralidad de las vidas que nos quedan dentro. Pero el pasado siempre está ahí, desde la ironía con que se va la niñez, la realidad se convierte en un sueño y el poeta trata de huir del tiempo, del esplín que nos marca. Pero junto a este spleen, siempre introspectivo, vuelve la crítica y la denuncia social.

Fruto del enuii vital la voz poética siente cómo ha perdido el paraíso, cómo su tiempo ha sido expropiado y desde ahí solo hay un paso hacia la alienación por el trabajo, rechazada de plano.

En este punto aparece el cuerpo, primero como tumba del yo y cárcel interior. Después tras reflejar la deriva interior, tras días de tregua, el cuerpo se transforma en templo contra la agresión exterior, será la única vía de salvación.

Este viaje guiado hacía la poesía de Vicente Muñoz Álvarez tiene su siguiente parada en Parnaso en llamas (2006), el enuii, la sensación de vacío hace partir esta estación de sentimientos negativos como la insatisfacción, la soledad o el resentimiento hacia una búsqueda de la luz fuera de ese interior destrozado, una luz que al final del libro es ya ensoñación.

Hablamos de insatisfacción por lo que pudo ser y no fue, la soledad, los conflictos y el inevitable vacío. La espera se convierte en esperar y no encontrar. La soledad provocada por la obligación de ser todos igual provoca una evasión hacia lo profundo.

El camino del escritor no puede ser otro que crear, disentir y volar, construir su propio camino.

inicio a la vida desde la oscuridad

del miedo hacia la luz

Avanza GAS hacia su siguiente estación Animales perdidos (2012). La voz poética, fuertemente autobiográfica parte de su estado anterior: la soledad. Se rompe su mundo, la pareja, la ciudad se sustituye por el extrarradio.

Continuamos solos pero nunca ajenos al mundo, la denuncia social, la mujer sola en la gran urbe como paradigma de animal perdido.

En este punto aparecen los dos animales capitales: la oveja negra y el perro de lluvia. La literatura se convierte en oficio y salvación, los poemas son la tabla de salvación de nuestro naufragio personal.

Frente a la soledad, la resistencia como forma de vida. La memoria erosiona, desgasta, cansa, es el hogar del engaño, lo único que nos queda es el poema. El yo se fragmenta, se rompe, aparecen el poeta y el vendedor como trasuntos del yo poético.

Ese pesimismo ahonda en el texto. Todos estamos muertos y pagamos la hipoteca de estar vivos. Aunque no todo es negativo, como he dicho el poema es salvación al igual que el amor hacia el otro, dar y recibir. Llegamos así al paradigma de la libertad, dos perros vagabundos viviendo en pareja en el bosque, ajenos al mundo.

GAS como poemario unitario tiende a despojarse de todo lo accesoria, en lo formal y en el contenido:

la budeidad

del bosque

de piedra

Y así,

las palabras

son semillas

que germinan

como flores

carnívoras

en el subconsciente

Si es la palabra la que nos salva, Días de ruta (2014) se convierte en la apuesta suicida por la literatura. Vivimos sin libertad, domina la ley del más fuerte, la herencia nos determina. La solución es escribir poesía o perderse en el mundo, no existen más opciones.

Es este el punto donde los opuestos cobran todo su significado, Vicente como vendedor vive en un mundo de soledad, melancolía, frustración, donde convergen ideas recurrentes: el suicidio, la servidumbre o el miedo. Un camino equivocado donde todo se convierte en pura teleología, importa el fin, la meta. Y es ese fin el que le lleva al fondo, al final de ese otro, y en ese momento nace su verdadero oficio, su adicción, la escritura que se transforma en embriaguez y su correspondiente resaca, en penuria.

Se convierte en Días de ruta la escritura en biorritmo vital del autor, el uso de contrarios nos sumerge en sus altibajos. Frente al vendedor, el poeta recicla la mugre de la sociedad, los poetas son los perros de lluvia: marginados, iluminados, auténticos.

Hablábamos al principio de que escribir es quemarse vivo, en este libro el alma del hombre ya está ardiendo. La realidad nos ancla al suelo y el sueño nos hace alzar el vuelo.

Podríamos resumir la voz poética de Vicente Muñoz Álvarez con una dicotomía: la negatividad positiva. Todo se reduce a un juego de máscaras donde la rutina del otro, del vendedor, se diluye en la identidad que proporciona la poesía. Llegamos así al gran axioma que marca transversalmente GAS, “Yo es otro”, y es la noche la que aporta paz y tranquilidad al poeta.

Hasta aquí la primera gran parte de GAS que funciona como un todo, un camino introspectivo, de búsqueda continua, para llegar al puerto que marca Lobos de mar. La voz poética ha pasado de vivir en una gran deriva a ser un experto marinero.

El destino aparece marcado por la palabra, piedras que unidas dan destino a la poesía. Estamos ante un libro mucho más experiencial que el resto, la realidad es mentira y nuestra obligación es construirla de nuevo, una realidad habitada por hombres lobo-cordero. El comienzo de lo nuevo siempre es la pérdida, lo nuevo que no sabemos buscar. Todo es cambiante a nuestro alrededor, no hay nada inmutable, incluso el amor. El pasado se presenta como nostalgia, lo que permanece es la tristeza que queda en el corazón. Esa relatividad hace que el yo sea la única tabla de salvación frente al mundo, un yo que en su interior es una marea cambiante y en el exterior el mayor crimen para los demás. Debemos tener la libertad de elegir, de ser. Al final no somos más que pantalla de nuestra vida, perdemos la capacidad de ser actores. Todos nuestros actos son una mera distracción para olvidarnos de la muerte.

El éxito y el fracaso siempre van de la mano y oscilan, el tópico del Fortuna imperatix mundi en todo su esplendor.

La poética de Vicente puede resumirse en dos versos de este poemario:

…te has desnudado

y vaciado sobre el papel

La conclusión del poeta no puede ser más clara, el amor es la salvación del hombre, lo demás ceniza. Quedan algunos amigos, amores, poetas, algunos lobos de mar.

Finaliza GAS con Libro de haikus. Recopila todos los temas que obsesionan a Vicente Muñoz Álvarez: dualidad, paso del tiempo, amor, mundo, muerte…

Se produce la decantación absoluta de su poesía, proceso iniciado en el principio de la antología. La antítesis como figura central que recorre toda la producción de Vicente Muñoz Álvarez, que nos hace oscilar entre la realidad y el deseo, la vida y la literatura. Pues eso es GAS, nada más y nada menos que se diría, vida y literatura en estado puro.GAS


Pablo Antonio García Malmierca, 
en Semillas en campos ajenos



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