jueves, 21 de febrero de 2013

ANIMALES PERDIDOS & CANCIONES DE LA GRAN DERIVA según Xen Rabanal.



El poeta y narrador Vicente Muñoz Álvarez ha publicado recientemente dos libros de poesía:

Canciones de la gran deriva, en Origami

Animales perdidos, en Baile del Sol

Canciones de la gran deriva fue su primer poemario, editado inicialmente en 1999, en el Ateneo obrero de Gijón, con David González como responsable de la colección Zigurat. En la edición de Origami se añaden trece poemas. 

Entre estos dos libros han transcurrido trece años. Jugando un poco con ese número (malo, si no crece), puede parecer que, la coincidencia en el tiempo de las dos publicaciones, anuncia el cierre de un ciclo, que lo es... y un regreso ourobórico a los orígenes, que no lo es:

Todo parte de un poema incluido en Animales perdidos, para mí uno de los más certeros de Vicente Muñoz:

Tanta humanidad
y tanta historia
a mis espaldas

y yo
en medio
del caos

preguntándome
qué coño
hago aquí

Este poema, recogido inicialmente en 38 Poemash, edición de Vinalia Bolsillo, puede ser la pregunta primordial, la pulsión poética de Vicente Muñoz, el resorte que le impele a moverse fuera de los cauces “normales” por donde discurre la vida anodina, mediatizada y siempre esclava de la sociedad, que le fuerza a iniciar la gran deriva, como refleja muy bien Julia D. Velázquez en la portada de Origami. Una deriva que le ha llevado a ser una voz imprescindible en la cultura española, la auténtica, la que agita conciencias, la que no es fedataria de los movimientos intestinales de la modas, la impuestas, las que adocenan y distraen en el derrumbe al servil rebaño. Pero una deriva que, si en lo exterior se aleja del camino trillado, en su interior sigue ligado a esta sociedad, adelantándose a la deriva personal y social en la que estamos ahora mismos inmersos, denunciando el verdadero caos, el interno, el que el poeta sufre en una especie de catarsis, no como visionario, más bien como escudriñador de los silencios, las grietas que se han abierto, las que no se cerraron... pues en la deriva hacia nuestro interior descubrimos que somos parte fractal de un todo vacío: lo que es esta sociedad occidental del reflejo. 

Esta deriva por los laberintos internos, verdadero viaje alquímico en donde los contrarios se enfrentan y se disuelven para encontrar un amanecer, un cielo-crisol en donde nada ha de brillar si no encontramos esa luz en la disolución de nosotros mismos, culmina en Animales perdidos con una división interna: Infierno, Purgatorio, Cielo, donde el poeta consigue una unión de esos contrarios. Como dice Heráclito: Que aparees lo entero y lo no entero, lo convergente y lo divergente, lo concordante y lo discordante, y de todo uno y de uno todo, que es en sí equilibrio en su yo interno que resuelve esa aporía en donde nuestra parte racional siempre sucumbe, adelantándose una vez más a una sociedad que no lee a sus poetas y que, ahora mismo, se deshace en esa diatriba: ecos del fascismo, siempre excluyente, de la Razón.

Para Ser en lo externo primero hay que luchar por Ser en lo interno. Conciliar la sombra, integrar los miedos, conocerse, saber de los propios límites, reconocerse como animal que marchó en deriva y ahora es perdido al encontrarse. En la portada de Baile del sol, Ramón Buzón nos presenta una sombra, de las llamadas chinescas, en la que interpretamos a un lobo que aúlla. Ahora bien, el verdadero juego, a mi modo de ver, de la poética de Vicente Muñoz Álvarez, parte precisamente de todo esto tan oscuro que he escrito anteriormente y que tan bien reflejan sendas portadas: pudiera parecer que el apartarse del rebaño, ese que tan bien tiene definido su sendero que quien se sale de él va a la deriva - a lo mejor tiene que empezar a decidir por sí mismo, coger el timón de la propia vida, eso que para el común significara perderse y que, sin embargo, es la única salida en esta demolición interna cuyos planos pergeñó el Ángel poeta (a quien el próximo número de Vinalia Trippers, en su suplemento "Poemash", homenajeará)... Parece ser, decía, que salirse de la vía políticamente correcta, significara ser un animal perdido y, por ende, muerto. Y sin embargo, es todo lo contrario: los nuevos caminos están fuera y dentro. Fuera del pautado socialmente aceptado e impuesto, y dentro de cada uno de nosotros. Tan de perogrullo que muy pocos nos aventuramos a ello. Aunque para los animales sociales seamos animales perdidos, desviados del camino... hacia el matadero.

Vivimos en la cultura de las dicotomías: si no eres oveja eres lobo. Siguiendo este razonamiento, el lobo, al adquirir perspectiva y conocerse en la soledad, es el único que integra a su sombra y deviene en animal completo y más vivo que nunca... por dentro y por fuera.

Nada más lejos, decía, que un regreso a los orígenes, a la deriva que rompió el adocenamiento, pues ahora el poeta rige su destino y abre rutas por donde transitan los que vienen detrás. Así, al cerrar un círculo se produce un avance, un círculo virtuoso que rompe el espacio-tiempo, una sección de espiral que asciende. Tengo en cuenta, una vez más, al Oscuro cuando dice que el camino de ida y el camino de vuelta es uno y el mismo. Al romper el ciclo y hacer del 13 un número que crece, se evita que el eterno retorno sea siempre el mismo pues se adquiere memoria de la vuelta dada, la distancia necesaria.

Integremos, pues, a nuestra sombra y seamos nosotros mismos, hermano lobo que has llegado hasta aquí. Vicente nos muestra su camino que es el camino de todos los que nos aventuramos por territorios inhóspitos, tiene un don que parte de su infatigable capacidad de trabajo como sondeador de la realidad y sus pulsiones: sus poemas son el disparo y la investigación del criminólogo forense, siempre dan en el blanco y aportan los datos específicos con los que se podrá reconstruir la historia si llegamos a tenerla. Lo puedes comprobar en estos dos acojonantes poemarios: Canciones de la gran deriva (Origami) y Animales perdidos (Baile del Sol), cuyos prólogos de David González y José Ángel Barrueco son dos inmejorables guías, junto con las ilustraciones de Julia D. Velázquez en Animales perdidos, para acceder al mundo poético de Vicente Muñoz Álvarez. 


2012: VIDA EN LA TIERRA


en la tierra que habito
nadie conoce a nadie
sombras fantasmas
zombis alimañas

todos
estamos muertos

asustados cansados
frustrados deprimidos
neuróticos engañados
histéricos golpeados

todos
estamos muertos

en la tierra que habito
la decadencia el fin de la raza
el apocalipsis la negación
la angustia el miedo

todos
estamos muertos

políticos indignados
funcionarios desempleados
especuladores desencantados
hipócritas desahuciados

todos
estamos muertos

aunque pagamos
la hipoteca
de estar vivos


(de Animales perdidos)


DONDE EMPIEZA EL PROPIO CAMINO


Uno se cansa
de esperar
de auto inmolarse
de aguardar siempre
el mañana

y termina dejando
fluir el tiempo
mansamente
en su interior.

Ese es el lugar
donde se recupera
al fin la calma

donde empieza
el propio camino.


(de Canciones de la gran deriva)


AL FIN TRANQUILO


a tu lado

relajado
realizado
limpio feliz
lleno de paz
de luz

lleno
de amor

al fin
tranquilo


(de Animales perdidos)


CONSTRUIR  CASAS DE DÍA PARA DERRIBARLAS AL PONERSE EL SOL


Siempre he luchado
por causas imposibles:

he arruinado cien veces mi vida
he cavado cien veces mi fosa
he disentido de los cuerdos
he disimulado ser un loco
he escandalizado a los que escuchan
he defraudado a los que piensan
he observado a los que rezan
he construido y derribado muchos templos

pero todavía sigo en pie.


(de Canciones de la gran deriva)


Alfonso Xen Rabanal, de Crónicas para decorar un vacío.


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