El lenguaje es inútil cuando se trata de decir la verdad, de comunicar cosas, sólo permite al que escribe una aproximación desesperada y, por ello, dudosa al objeto, el lenguaje sólo reproduce una autenticidad falsificada, una deformación espantosa, por mucho que el que escribe se esfuerce, las palabras lo aplastan todo contra el suelo y lo dislocan todo y convierten la verdad total en mentira sobre el papel.
Thomas Bernhard
Otro extraño día de lluvia.
He despertado con la cabeza llena de fantasmas y me he sentido enfermo, incapaz de concentrarme. Así que ni siquiera lo he intentado. Estoy harto de romper folios, de tachar palabras: no encuentro la forma.
La idea lo ha absorbido todo, pero se ha quedado dentro.
No puedo pensar en otra cosa... Horas y horas viendo caer la lluvia, anulado, hipnotizado junto a la ventana... ¿ Cuánto tiempo llevo así ? Me levanto y veo la lluvia, vuelvo al sillón, intento escribir, me levanto y veo la lluvia… La secuencia es invariable, pero el resto es tan confuso… Me asfixiaba, no podía continuar así, traicionándome, saliendo de mí, escribiendo de aquel modo... la casa solitaria, el borracho desahuciado, el hombre que oye pasos, el pintor suicida, el joven que se pierde entre la multitud... Lo que yo buscaba estaba dentro, en lo profundo, una intuición, una sospecha, un sentimiento... Lo demás sólo era un camino: cinco folios, semana tras semana, sigue así, funciona bien, así está bien, lo quiero así… La absurda imagen de un reflejo.
Hasta que algo en mi cabeza se rompió.
Lo escuché nítidamente una mañana, un chasquido sordo, como si se desencajara al fondo un hueso.
Y comenzó a continuación la lluvia.
Una lluvia obsesiva.
Una lluvia hipnótica.
Una lluvia amnésica.
Me siento junto a la ventana a contemplarla y me voy reprogramando. Desintegración, ausencia, agotamiento... La idea lo ha absorbido todo. La siento en mi interior, en cada neurona, en cada célula, perfilada en sus más nimios detalles. No es la eternidad, sino el vacío. Y se ha quedado dentro. Podría escribir sobre él cientos de líneas, colores, graduaciones, lo que va desde el principio al fin... Pero no encuentro la forma... Y tengo miedo. Soy incapaz de concentrarme... Me levanto y veo la lluvia, vuelvo al sillón, intento escribir, me levanto y veo la lluvia… La secuencia es invariable. Aquí sentado...Una bomba que nunca estallará...
Una frase borrada por la lluvia.
Vicente Muñoz Álvarez, de El merodeador ( Baile del sol, 2007 ).
Ilustración by Toño Benavides.
Thomas Bernhard
Otro extraño día de lluvia.
He despertado con la cabeza llena de fantasmas y me he sentido enfermo, incapaz de concentrarme. Así que ni siquiera lo he intentado. Estoy harto de romper folios, de tachar palabras: no encuentro la forma.
La idea lo ha absorbido todo, pero se ha quedado dentro.
No puedo pensar en otra cosa... Horas y horas viendo caer la lluvia, anulado, hipnotizado junto a la ventana... ¿ Cuánto tiempo llevo así ? Me levanto y veo la lluvia, vuelvo al sillón, intento escribir, me levanto y veo la lluvia… La secuencia es invariable, pero el resto es tan confuso… Me asfixiaba, no podía continuar así, traicionándome, saliendo de mí, escribiendo de aquel modo... la casa solitaria, el borracho desahuciado, el hombre que oye pasos, el pintor suicida, el joven que se pierde entre la multitud... Lo que yo buscaba estaba dentro, en lo profundo, una intuición, una sospecha, un sentimiento... Lo demás sólo era un camino: cinco folios, semana tras semana, sigue así, funciona bien, así está bien, lo quiero así… La absurda imagen de un reflejo.
Hasta que algo en mi cabeza se rompió.
Lo escuché nítidamente una mañana, un chasquido sordo, como si se desencajara al fondo un hueso.
Y comenzó a continuación la lluvia.
Una lluvia obsesiva.
Una lluvia hipnótica.
Una lluvia amnésica.
Me siento junto a la ventana a contemplarla y me voy reprogramando. Desintegración, ausencia, agotamiento... La idea lo ha absorbido todo. La siento en mi interior, en cada neurona, en cada célula, perfilada en sus más nimios detalles. No es la eternidad, sino el vacío. Y se ha quedado dentro. Podría escribir sobre él cientos de líneas, colores, graduaciones, lo que va desde el principio al fin... Pero no encuentro la forma... Y tengo miedo. Soy incapaz de concentrarme... Me levanto y veo la lluvia, vuelvo al sillón, intento escribir, me levanto y veo la lluvia… La secuencia es invariable. Aquí sentado...Una bomba que nunca estallará...
Una frase borrada por la lluvia.
Vicente Muñoz Álvarez, de El merodeador ( Baile del sol, 2007 ).
Ilustración by Toño Benavides.