como en este libro en construcción está pasándome día tras día, a medida vienen las regresiones a mí (y yo de cabeza a ellas), va siendo hora también de contarlo, el ácido, aquel Bálsamo de Fierabrás, llave de plata que tanto tiene que ver con estas páginas (algunos lo habréis pillado, otros no, lo mismo me da), el ácido, que cuanto más lo pienso y repienso, qué le voy a hacer, me ha hecho ser como soy, no me arrepiento, me alteró la cabeza y la percepción, tal vez, pero no me arrepiento, de vez en cuando hay que encontrarse con nuestro yo más profundo, porque hablamos, sí, de una experiencia muy especial, nada parecido a nada, quizás todo lo que escribo, a todo lo que regreso (sobre todo en este libro) tenga su origen ahí, Simpson, Budas, Micropuntos, ya no recuerdo, pero en una época de mi vida fueron una puerta y un revulsivo, aquellas alucinadas experiencias, aquellos inolvidables acid test con la peña, casi siempre luminosos, pero algunos otros, muy pocos (también eso hay que advertirlo) oscuros como la tumba donde yace mi amigo (que diría Malcolm Lowry), lo justo como para tener hacia él el suficiente respeto, ya no más, ahora sí que no, demasiado complicado mi cerebro ya, pero entonces sí, nuevas visiones, nueva carne y nueva forma (para siempre) de entender la vida y el mundo, el ser y la nada, mi alma y mi corazón, algo ahí que no ves desde aquí, lo bueno potenciado por mil (pero también lo malo, todo, insisto, hay que advertirlo), de ahí mi pasión, pienso, por los años 70, siempre he opinado que sin él vería la realidad de otro modo, siempre su legado presente, video una de esas viejas películas setenteras de horror que tanto me gustan (Mario Bava o Polanski o Jess Franco, por ejemplo, y por supuesto Buñuel y Carlos Saura, quizás, en su surrealismo, los mas terrroríficos) y pienso en él, en el ácido, y sobre todo escucho aquellos temas, Hendrix y Jefferson y Grateful y Pink Floyd y los Purple y tantos otros también, y no puedo dejar de asociarlo, imposible captar su mensaje si no lo has probado, me digo, aquel color, aquellas imágenes, aquellos acordes y aquellas luces (estroboscópicas), gran parte de la contracultura de los 60 y 70 viene de ahí, aunque casi nadie se entere ni lo capte viene de ahí, muchas cosas, aunque nadie se entere ni lo capte, vienen de ahí, son todo etapas, regresiones, cuál es la factura de todo aquello, me da igual, pero mucho de lo que lees aquí y ahora de mí viene de ahí, como magdalenas de Proust horneadas a mi justa medida me vienen aquellos recuerdos (dulces y envenenados) a la cabeza, la perla, el misterio, mucho viene de ahí, cambias el punto de encaje, nos enseñó Castaneda, y la realidad es otra y a parte, lo ves todo distinto durante unas horas, y es, sobre todo el regreso, ya sin máscaras, lo que te hace reflexionar, ah, el ácido, un viejo y entrañable amigo, hay otros mundos pero están en este, dentro de ti, y hay o había (ya no me importa ni lo sé) una llave de plata que te catapultaba en picado hacia ellos, para nada me arrepiento, de otras cosas sí, pero de aquello no, más tonto o listo, no lo sé, es lo que hay, una experiencia mística, lejos del mundo, dentro y fuera de ti, a costa de o pese a ello, para bien o para mal, me da igual, sigo escribiendo...
Vicente Muñoz Álvarez